Directo al corazón

Un viaje, un encuentro, dos protagonistas*


La proximidad del verano se hace sentir en el pueblo fundado por el francés apellidado Chabás, y en la ciudad cordobesa famosa por su Fiesta Nacional de la Cerveza. No sin sobresaltos, la democracia da sus primeros pasos. Ajena a todo, una jovencita prepara el bolso que llevará a su viaje de egresados. A más de 400 kilómetros, un esbelto muchacho de sonrisa generosa y juventud ferviente, repite la escena.
Bariloche sucede con la velocidad que llevan los buenos momentos. Sólo tres días faltan para que los protagonistas, alojados en el mismo hotel en habitaciones contiguas, emprendan el regreso. Fue entonces cuando sucedió el encuentro. Fue en el estar del hotel, con el televisor desplegando imágenes vanas y puñaditos de estudiantes en los sillones. Fue en ese instante distinto en el cual emerge de la escenografía un alguien insoslayable diferenciándose de todo lo demás. Fue cuando se miraron, se gustaron, se eligieron por primera vez, aun sin saber todo lo que por venir estaba. En By Pass, las luces, la música y el propio latido que los impelía, propiciaron la osadía de animarse al primer beso. En los días restantes las excursiones divergentes no impidieron que, amén de buscarse, se encontraran. Se prometieron verse ese mismo verano en Santa Rosa de Calamuchita, donde ella vacacionaría junto a su familia.
La Navidad de 1984 los encontró a cada uno en su ciudad, sembrando el sueño de un futuro en el cual querían estudiar Medicina; con el alma acalorada por gustarse, pensarse, saberse; sintiendo en el cuerpo atardeceres de ensueño. Se quisieron, así, sin explicación, sin motivo y hasta sin objetivo, víctimas del niño Cupido que lanza sus flechas envenenadas de amor. El 24 a la noche él la llamó, robusteciendo aquel incipiente fulgor que nació en lontananza. En febrero, como habían previsto, se reencontraron. Caminaron junto al río, se contaron secretos, verdades, detalles; y se pusieron de novios un 1 de marzo. El año dejó andar sus días, ella vivía en Rosario y él en Córdoba Capital. Se veían una vez por mes viajando ora él, ora ella, en los feriados que el calendario ofrecía como fecha bendita. Ni mail ni celular existían, usaron correo postal y el teléfono familiar. Acaso la profundidad venza la ausencia y el compromiso espontáneo garantice la perdurabilidad. Fuera de toda conjetura, este amor ratificado en formal ceremonia abarca ya más de la mitad de sus vidas, dio lugar a cuatro hijos, les permitió vencer obstáculos, crisis nacionales royendo economías, dolores familiares, cambios y decisiones frente a los imponderables que la vida esconde en sus mil recodos.
Él, proclive al trabajo y al buen humor, disfruta de la familia y de la casa. Ella, mamá orgullosa y artesana en la cocina, sigue teniendo en la mirada el brillo que se encendió hace más de 20 años, y que él con el suyo atiza, justifica, y comparte. “Dios no juega a los dados”, afirmó Einstein para explicar el universo. Quizás del mismo modo, pueda explicarse el amor.

* Basado en la historia real de Fabiana Donés y Adrián Centeno.

Por Alejandra Tenaglia

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