Este mes que comienza con un feriado por el Día Internacional del Trabajador, es sin embargo ineludiblemente celeste y blanco. Alberga entre sus días la celebración por el surgimiento de la Constitución Nacional, el Himno, la Escarapela y el Primer Gobierno Patrio. Quizás sea entonces adecuado para repensar la Patria. La que heredamos, la que forjamos día a día, y la que planeamos como legado a futuras generaciones.
Nadie escapa a esa construcción, aunque a veces nuestra presencia nos parezca nimia en relación con la inmensidad del tiempo y espacio por la que transita el humano. Cada hecho que ejecutamos, repercute en ese “país” al que solemos referirnos como si no lo conformáramos. El modo en que tratamos a nuestros seres queridos; en que respetamos o violentamos las reglas del pueblo o ciudad en donde despertamos cada mañana; en que participamos o nos abstenemos refugiándonos en la comodidad del que nunca hace nada; en que buscamos trascender nuestra propia existencia, sea criando a un hijo con responsabilidad y compromiso o dejando obras de cualquier índole. El modo en que nos animamos a la realidad. Esa realidad sobre la que cada uno de nosotros forja su verdad. Una verdad que compartida, puede dar lugar a sucesos como los que en este Mayo, conmemoramos.
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