LA PASIÓN DE UNA DAMA
“VIOLETA
SE FUE A LOS CIELOS”
Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
Usualmente cuando alguien decide contar la vida de un individuo real,
somos espectadores de los motivos que indujeron a semejante decisión. Violeta se fue a los cielos es una
película del director chileno Andrés Wood, y está basada en el libro de
memorias que el hijo de la artista Violeta Parra, Ángel Parra, escribió sobre
su madre. La biografía de esta compleja mujer, demuestra ser el fruto de su propia obra, mezcla estetizante de poema
y realidad. Contrapunto constante entre recuerdos, sueños y alguna que otra
pesadilla. Estructurada de manera no secuencial, el desorden temporal de las
diferentes circunstancias cruciales de su existencia, se disfrutan y asimilan
al compás de la música testimonial y una bella fotografía. El folklore
trasandino, aquel de palabras simples pero de fuerza irresistible, se vuelve
éxtasis interpretado fantásticamente por su voz. Se generan escenas sumamente
conmovedoras que provocan sentimientos de profunda inquietud.
Dentro de la película coexisten dos planos. Por un lado, la recreación de
aquellos episodios que afectaron (en el sentido de afección) la vida de
Violeta; lo que supone, por ejemplo, no ahondar detalladamente en su
matrimonio. Y por otro, una entrevista realizada a ésta para un canal de
televisión, que funciona como manifestación del modo de pensar, de ver el mundo
según ella. El primer traspié del conductor (Luis Machín), es la
dificultad de saber cómo presentarla,
cómo describirla: poeta, cantante, autora, tejedora, compiladora, artista
plástica. Imposible encasillarla. Cualquier calificativo es correcto, aunque cada
uno por separado debilita la figura integral de la artista. Es de destacar la
impresionante actuación de la actriz Francisca Gavilán, quien de manera
vehemente recrea voz y pasión de semejante extraordinario carácter. El guión no
tiene la intención de santificar ni enaltecer una existencia impoluta. Segura
de sí misma, Violeta en varias
ocasiones actúa de manera soberbia, hasta desalmada, principalmente con
aquellos que están más próximos a ella. Sin embargo todo deja una huella, el
dolor y el sufrimiento del desamor la aquejan con un fuerte efecto residual. Y
esto es clave para entender el desenlace.
Nada parece detenerla, recorre los andes con la firme determinación de
recuperar canciones que ya no se dejan oír, tesoro custodiado por curtidos
campesinos; viaja a París para dar a conocer su obra (expone sus arpilleras en
el Louvre) y lleva adelante el ambicioso proyecto de crear la Universidad del
Folklore en plena cordillera, dónde sino. Su humilde infancia tuvo la mejor de
las compensaciones, al fallecer su padre, extrovertido maestro, le deja una
guitarra. Éste instrumento no estaba vacío, sino que contenía “cantos de
pájaros”, dice Violeta, riqueza
inigualable; así es como su destino empieza a ser trazado. Se enoja con los que
no saben oír (la alta sociedad) y le canta a los mineros andinos, quienes la
ovacionan: “Paso por un pueblo muerto, se
me nubla el corazón, pero donde habita gente, la muerte es mucho peor,
enterraron la justicia, enterraron la razón y arriba quemando el sol… el minero
ya no sabe, cuánto vale su dolor, y arriba quemando el sol”. Su obra, en
general, sólo pudo materializarse gracias a la presencia de su gente, de su
sufrido pueblo chileno, musa inspiradora y disparadora. El encanto de sus
letras –es autora de “Gracias a la vida”- combina un lirismo franco con el
ímpetu de la bronca y la impotencia. “Maldigo
lo perfumoso, porque mi anhelo está muerto, maldigo todo lo cierto, y lo falso
con lo dudoso, cuánto será mi dolor”.
Violeta se fue a los cielos
avanza a sosegado ritmo, no obstante, la serenidad de su marcha es un cúmulo de
luchas, internas y externas, de Violeta
contra ella misma, de Violeta contra
el mundo. Según su opinión, la creación es “un
pájaro sin plan de vuelo, que jamás volará en línea recta”. Y la película
ampara esta postura, la superposición y la “anarquía” de las imágenes desafían
el orden y la continuidad. Lo que equivale a plantear un juego persuasivo de
vaivenes argumentales, que nos seduce, y al que no nos resistimos.
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