SÓLO
FALTA LA FIRMA…
Por Alejandra Tenaglia
ale_tenaglia@arnet.com.ar
En el albor del
2004, una jovencita de 21 años ponía fin a una relación complicada. Fue
entonces que una de sus amigas, le empezó a hablar de un chico que estaba solo
–también él había terminado, poco tiempo atrás, con una pareja-. Tanto insistió
su amiga, que finalmente le dijo: bueno, hablale. Corrió la celestina a cumplir
su tarea, dando aviso al caballero, cuatro años mayor que la dama. Esta, cambió
luego de decisión, afirmando no tener ganas, por el momento, de conocer a
nadie. Pero el muchacho igual se lanzó. Quizás el estar en el mes de los
enamorados lo haya ayudado en su intento, o quizás se ha de valorar los
caracteres que lo definen y que desde el primer momento, deslumbraron a quien
se convertiría en su compañera. Atento, caballero, dispuesto, tranquilo, reservado
y trabajador, desplegó una serie de actos que, el tiempo demostraría, no fueron
esgrimidos sólo como mecanismo de atracción, sino por ser constitutivos de su
modo de andar. La invitaba a cenar, a tomar algo en un bar, a pasear; la
llamaba todos los días por teléfono; cuando ella llegaba de Rosario, al pie del
ómnibus estaba esperándola…
Los días
sucedieron y la relación fue forjándose, aún a la distancia, pues él vivía en
su pueblo natal, donde trabajaba en negocios familiares ligados al cultivo de
los campos; y ella residía durante el ciclo lectivo en la ciudad ribereña al
Paraná, estudiando y ganándose el mango, en actividades ligadas a lo comercial.
Al año de estar juntos, ella se fue de vacaciones con su grupo de amigas, por
15 días, y volvió antes por lo mucho que lo extrañaba; ahí se dio cuenta que en
verdad lo amaba. Comenzaron en adelante entonces, los viajes con él. En ellos
la convivencia se ponía a prueba, ya que el resto del año no pasaban juntos más
que 2 ó 3 días corridos. Y a pesar de que verdadero es, lo aseverado por Mark
Twain, respecto a que “no hay forma más segura de saber si
amas u odias a alguien que hacer un viaje con él”; también es cierto que los
días de descanso en un bello lugar, se acercan más a un mundo de ensueño que a
la realidad más monótona y a la vez compleja, de la vida diaria.
Los
años fueron sumándose hasta llegar seis. Y ahí, un buen día, o para ser
exactos, una buena noche, antes de que les sirvieran la cena y después de un
par de copas de vino, ella le propuso irse a vivir juntos. Él sonrió, bajó la
cabeza, y aceptó diciendo: “sabía que no faltaba mucho tiempo para esto”. Fue
el primero en instalarse en la casa que los albergaría, compró lo necesario, y
esperó a que la dama concretara su regreso al pueblo y cierre de compromisos.
Ya llevan un año y medio de convivencia, convivencia que estrechó aún más sus
corazones. Él, mirando hacia atrás y a su alrededor actual, afirma que debió
haberse mudado incluso antes. Ella, a pesar de reconocer que las primeras
semanas fueron terribles, por tener que enfrentar las tareas del hogar, está
muy segura de lo que ha hecho porque claro tiene que él es el hombre de su
vida. Sus personalidades tan opuestas no han sido motivo de discordias sino más
bien de logrado complemento, salvo, en cuanto al orden refiere. Pero aún en
eso, hacen esfuerzos para acercar posiciones, es por eso que ella tiene un
cuarto exclusivamente para alojar allí sus cosas, librándolo a él de ver toda
la casa decorada con su ropa. No obstante, difícil es cambiar la característica
que define a cada uno, en cuanto a la disposición del mundo. Aún puede
escuchárselo a él, diciéndole a su compañera algo como: “hay tres pares de
zapato debajo de la mesa, por favor, sacalos…” Por otro lado, ella ya tanto lo
conoce, que reacciona con parsimonia y templanza ante los berrinches que él es
capaz de desplegar, cuando algo le molesta; por ejemplo, el amontonamiento de
gente. Tal es así que en una ocasión, recién llegados a un shopping repleto de
paseantes, con la intención de ver una película en alguna sala disponible,
desapareció, y desde afuera la llamó por teléfono: “salí que nos volvemos, no
hay lugar y estoy cansado de dar vueltas…” Ella logró al menos, convencerlo de
ir al cine en otro lugar… Simpática, inquieta, sociable, con mucha iniciativa y
necesidad de hacer siempre algo más, sabe evidentemente cómo calmar a quien, si
todo sigue como lo planean, firmará junto a ella ante un juez. El paso por la
Iglesia, con vestido blanco y noche de pepe pepepepé, es una ilusión que asoma
en el brillo de su vivaz mirada. Sólo el futuro sabe, si se hará realidad…
No hay comentarios:
Publicar un comentario