Música


MALVINAS, ROCK Y DICTADURA

Por Mauricio Stábile

El 16 de mayo de 1982 se realizó en Argentina un encuentro de rock llamado “Festival de la Solidaridad Latinoamericana”, cuando en realidad de solidaridad no hubo nada (por ej. Chile a través del dictador Pinochet le dio su apoyo a Inglaterra). A tan solo un mes y algunos días de la recuperación de las islas Malvinas, ese festival sería una herramienta necesaria para que la dictadura pudiera recomponer su relación con el pueblo argentino, en este caso con los más jóvenes. El evento se realizó en la cancha de rugby del estadio Obras y por el escenario pasaron los grupos y solistas de rock más populares de ese momento: Spinetta, León Gieco, Charly García, David Lebon, Lito Nebbia, Dulces 16 con Pappo como invitado, Raúl Porchetto y Pedro y Pablo entre otros.
Alrededor de 60 mil personas se juntaron para recaudar víveres y ropa para los combatientes; el recital fue transmitido por televisión, algo insólito para un género que no sonaba habitualmente en los medios y que a partir de la prohibición de pasar música en inglés, se transformó en la banda de sonido de la guerra. Esto no podía haber sido posible sin el clamor popular de toda una sociedad que apoyó esta gesta patriótica nacionalista.
El proceso militar iniciado el 24 de marzo de 1976 no sólo había torturado y reprimido personas sino también utilizado los medios de comunicación y la cultura para sus propios fines. En sus comienzos, el rock argentino fue perseguido por la Policía, las razzias estaban a la orden del día; no hubo rockeros desaparecidos pero sí perseguidos por su aspecto (pelo largo, ropas de colores, pantalones acampanados); "el exceso de pensamiento puede provocar estas desviaciones", decía un funcionario del gobierno militar. Esta situación provoca hasta risa en estos tiempos, pero era una escenografía de cómo se vivía por entonces.
Probablemente el gobierno militar consideraba que la guerra no sólo era contra Margaret Tatcher, primera ministra británica, sino también contra Los Beatles, Simon and Garfunkel, The Police o The Who por citar algunos artistas, y por eso prohibió la difusión en las radios de música en “inglés”. Esto hizo que creciera el mercado local y que muchas bandas argentinas que recién comenzaban a tocar, accedieran a grabar su primer disco y tuvieran una difusión masiva e impensada para la época; fue en esos años donde se acuñó la expresión “rock nacional”.
Ahora bien, ¿cómo debe “leerse” hoy la participación de los rockeros en ese festival? Esos artistas, muchos de ellos con un pasado hippie y de filosofía pacifista, ¿qué hacían ahí? ¿Les mandaban ondas de amor y paz a los soldados argentinos? ¿A quién le cantaba Miguel Cantilo la Marcha de la bronca?, ¿a Margaret Thatcher?, ¿a Galtieri?
Muchos años después, ya en democracia, León Gieco declaraba que se había sentido muy mal durante ese festival y que él había tocado Sólo le pido a Dios para los “colimbas”, ya que su canción se cantaba entre los soldados en las trincheras de Malvinas. En la vereda de enfrente se ubicaron algunos músicos de las nuevas generaciones como Federico Moura y Julio Moura de Virus, o Pil Trafa de Los Violadores, jóvenes exponentes de corrientes que comenzaban a surgir, como la new wave, el  pop, el punk, que se negaron a participar del festival ya que sentían que hacerlo era darle un apoyo a la dictadura militar; algunas voces dicen que ni siquiera fueron invitados. Julio Moura declaraba también tiempo después: “nosotros sentimos la propuesta como algo muy desagradable, no tenía nada que ver con nada, de repente éramos enemigos de los Beatles, mandar a los chicos a la guerra y subirte a un escenario para especular… era horroroso”.
Lo expuesto no implica poner en duda la honestidad de los músicos participantes, la trayectoria de León Gieco con De Ushuaia a La Quiaca es sólo una muestra de ello; pero sí es de destacar que esa fue la primera vez que en nuestro país, el rock como movimiento era interpelado, manejado, manipulado, utilizado políticamente. Si el rock no sólo es un estilo de música sino también un posicionamiento ideológico y contracultural, poesía con protesta y denuncia al mismo tiempo, en ese festival nada de eso ocurrió. La sensación es que fue habilitado y legitimado por la misma dictadura que antes lo reprimió, y los músicos terminaron siendo funcionales a una estrategia más, de las tantas que utilizó el gobierno militar para legitimar su poder y su continuidad.

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