Por
Antonio Cedró
Hasta hace poco tiempo creía
en un principio no escrito de los internautas más maduros, que rezaba: “no se
puede convencer a nadie en la red”. Esto se aplica fundamentalmente a los foros
y blogs, y más recientemente a las redes sociales Twiter y Facebook. Esta
aseveración se basa en que muchas opiniones censurables o políticamente
incorrectas pueden ser enarboladas detrás del anonimato que brinda la red. Cualquier
forista encontrará en otro a su Némesis. Entonces muchos pueden salir del
closet, de la caverna o simplemente del living de su casa, para encarnar un
personaje con atributos más pasionales. Vean en sus redes sociales cuántos
conflictos de opinión, por ejemplo, por el resultado de un partido de fútbol,
se presentan entre gente que tal vez, jamás se mezclaría en una discusión en el
mundo real (por llamarlo de alguna manera). En la red, los puntos de vista son más irreconciliables
que fuera de ella. En realidad, las antinomias vienen de la realidad, pero en
internet, es donde salen a relucir a fondo, lo que realmente pensamos. Vale la
pena autocriticarnos esto, es decir, el no poder decir lo que pensamos en el
ámbito diario y sí detrás un teclado. Es para pensarlo. ¿A qué viene esta
apertura pseudosociológica? A que como terreno de debate, internet, es un
terreno muy fértil. Con la llegada de la red a las listas de biografías
consultadas, donde en algunas sociedades, se transformó en parte de las
herramientas educativas y material de consulta de alumnos y profesores, no sólo
es terreno de verdades cuasi absolutas sino de modelación ideológica. Usted,
yo, cualquiera, puede escribir un artículo en wikipedia. Supongamos que escribimos
sobre un tema sensible a la historia de nuestro país, pongamos por caso, cualquier
suceso de la vida política de nuestro país de los últimos 40 años. Bueno, 200
años si quiere. Y el concepto de que todos escribimos o hablamos parados en
algún lugar ideológico, es innegociable. Lo hacemos, queramos o no. Incluso los
que dicen no hacerlo. Entonces damos una visión desde ese lugar. Nuestra visión,
que cualquier internauta del mundo puede tomar como verdad absoluta. ¿Ven el potencial? Inmenso. Lo repetí en esta columna varias
veces, algunos vieron este potencial rápido. En muchos ámbitos. El político, es
uno de ellos. China por ejemplo, controla el tráfico de internet desde su
inicio. Los MMORPG (juegos masivos en
línea, por Massive Multiplayer Online
Role Playing Game), deben tener una “versión China” que naturalmente aprueba el
gobierno. Nada es casual, los juegos, pueden ser una herramienta de penetración
cultural tremenda. Precisamente en China -gracias a que abundan justamente los
chinos-, el gobierno constituyó el “ejército de los 50 centavos”. Son cientos
de miles de “opinadores” online. Cada vez que en un foro aparece un comentario
negativo sobre el gobierno, interviene uno de estos soldados virtuales y lo
morigera, dando una visión amigable hacia el gobierno. Por cada uno de estos
comentarios reivindicadores, recibe 50 centavos de yuan, algo así como 7
centavos de dólar. En Colombia, el ahora presidente Manuel Santos, cuando era candidato, fue el precursor de contratar mercenarios digitales para
que voten en encuestas digitales y generen corrientes favorables de opinión en
la red por módicos 20 dólares diarios. Obsecuencia, paga o no, existe desde el
principio del mundo. Lo único nuevo es el terreno donde se practica. A la
inversa, los gobiernos también le temen a internet, y la censuran cuando se
transforma en peligrosa. Una de las medidas que intentó apagar la rebelión en
Egipto fue la de cortar el acceso a la autopista virtual. Las medidas de EEUU como la Ley SOPA, tienen el único objetivo de controlar qué “se piensa” en la red. Ejércitos invisibles armados con un módem y
un teclado, agazapados, Gobiernos que censuran como medio de perpetuarse, con
arcas llenas de 50 centavos, intentan
hacer posible eso de convencer a alguien en la web. Del otro lado, nosotros los
usuarios, con pocas herramientas para contrarrestar a las armadas virtuales:
mantener la libertad de circulación de información, opinando de y desde la red,
pero por sobre todas las cosas, fuera de ella. Es gratis. Tanto mejor.
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