LA HISTORIA DE UN PATIO NO TAN PATIO
GRAMÍNEAS Y OTRAS
YERBAS
Por Verónica Ojeda
Hace unos años atrás, recién comenzaba
con esta actividad tan linda y que muchas satisfacciones me ha dado. Recibí el
primer llamado de auxilio ni bien terminaba de cursar la carrera, pensé que se
trataba de un patio común de una casa urbana. Nerviosa, contenta, con la
ansiedad de quien está empezando, me dispuse a interiorizarme en el caso en
cuestión, que significaría ni más ni menos que mi estreno como paisajista.
Para mi sorpresa el debut no sería en un
pequeño jardín o patio trasero o cantero, sino que mi presencia y mi impronta
comenzarían su recorrido en una casa de la zona rural.
Acudí a la cita; hubo una extensa charla con
los comitentes; acordamos espacios, necesidades, gustos.
Confieso que al caminar por allí, me sentí con
la pequeñez de una hormiga, saqué mi cámara y comencé a tomar fotos tal como
nos habían enseñado a lo largo de la carrera, fueron muchas, aún tengo grabadas
en mi retina esas imágenes, las especies, las baldosas naranjas de aquella casa
que me abría sus puertas y que albergó
la entrevista mate de por medio.
El proyecto de los propietarios requería de
bastante movimiento en el lugar, recambios, trasplantes, apertura de espacios.
Pero lo mejor fue pensar en lo nuevo que
había que instaurar. No podía equivocarme en la elección. Entonces surgió la
idea, “si estoy en el campo, nada mejor que gramíneas”, pensé.
Todo fue aprobado. El proyecto se iba
realizando de a poco y las cosas fueron tomando forma.
Con los años esa familia decidió trasladarse
a la zona urbana; y otra vez, ya avanzado el proyecto de la casa nueva, solicitaron
mis servicios.
La dueña de casa añorando el verde del campo
y los enormes espacios que durante años fueron su lugar en el mundo, me dijo
sin vueltas, “quiero traer un poco de lo que hiciste allá”.
Así, esas gráciles especies también acompañaron
la morada urbana.
Etéreas, sutiles, aún hoy siguen dando
movimiento, color, nobleza y rusticidad en aquella casa que de vez en cuando,
cuando paseo por Arequito, el pueblo que me vio nacer, visito desde afuera como
cualquier otro espectador. Ahí están dando contraste y sin necesitar ningún
cuidado especial, nutridas por el cariño y la nostalgia de quien recuerda los
años vividos en aquel, su paraíso.
Agradecimiento:
a Verónica Biasizzo y Juan Carlos
Demaría.
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