EL
OBSERVADOR DEL CIELO
Por
Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
En diciembre
pasado publicamos lo siguiente: “Pronto
volverá a pasar un cometa por los cielos de Chabás. Lo hará en marzo de 2013.
Esta piedra de hielo y polvo viene en camino pues alumbrará la llegada de mi
nieto”.
Ambos
están hoy con nosotros, muy saludables y bellos. Mi nieto se llama Leónidas y
es un gigante luminoso. El cometa, por su parte, brilla sobre su cielo en
camino al hemisferio boreal.
El
Panstarrs (tal es su nombre) ha sido visible en estas cálidas tardes sobre el
horizonte oeste. Sin dilación se dirige a su perihelio, el punto más cercano de
su órbita al foco donde yace el sol. Luego de pasar muy cerquita de su estrella,
se alejará impasible hacia su muy lejano afelio para retornar dentro de miles de
años, tantos que ya no estaremos para verle, no sólo nosotros sino cualquier
ser humano.
A
estos abismos del alma nos arroja la astronomía, saber que hay eventos en el
sistema solar que sólo veremos una vez, y ya nunca. Por eso esta ciencia se
parece tanto a la vida: ¿veremos de nuevo al ser querido que ha quedado atrás?
Ya nunca.
Recuerdo
que mi hija Sabrina tenía 7 u 8 años cuando preguntó por la vida del sol; dije “el
sol morirá dentro de tantos millones de años”. Ella abrió los ojos muy grandes,
para decir “Y ustedes, ¿se van a morir?”, aludía a su madre y a mí. “Sí”,
afirmé. Ella nubló sus ojitos y se puso a llorar sin consuelo. Por eso, hoy
omito decir semejantes verdades si hablo con los niños.
El hecho
es que esta belleza que viaja sin tocar el suelo (hablo del cometa) adorna su
cabellera con una doble cola de polvo, gases e iones. Las colas se forman al
sublimarse sus hielos por efecto de la temperatura y el viento solar; es decir,
lo que forma al cometa pasa del estado sólido al estado gaseoso sin mediar el
estado líquido*.
Hay
cometas que desarrollan una tercera cola, en contra de su avance, la cual los frena
en su carrera. Aunque resulte increíble, el cometa que fue la estrella de Belén
tal vez se frenara un poco al ver el nacimiento de Jesús. El cometa de hoy, el Panstarrs,
por importante que sea mi nieto, no da la impresión de que fuera a detenerse,
no tiene ese tercer chorro de gas. Él se lo pierde.
Mas
esto no ha sido todo en nuestro mundo. Hace apenas un mes, los Urales se vieron
sorprendidos por la caída de un meteoro que al estallar rompió ventanas y
puertas en una ciudad entera. Las imágenes han dado la vuelta al mundo y en mi
blog puedes leer una nota sobre el tema (http://sagitarioblues.blogspot.com.ar).
El
meteoro cayó sobre esa región rusa el día previo a que un asteroide pasara
rozando la Tierra, aunque entre ellos no hubo relación física alguna. Sucede
que miles de rocas caen cada día del cielo; casi siempre se queman en las altas
capas de atmósfera, sin más noticias que el consabido “¡Mirá, se cayó una
estrella!”, hasta que uno dura lo suficiente para generar el pánico y las
heridas que este, el de los Urales, tuvo a mal traer.
Para
el equipo de los cometas, mientras tanto, más de una docena llegan cada año a
los barrios suburbanos del sol. Si sobreviven a las mareas gravitacionales del
astro, pegan la vuelta para retornar al frío y lo oscuro de la región que les
vio nacer, junto con todo el sistema solar, conocida como Nube de Oort.
*¿Cómo puedes ver lo que
sucede con el núcleo de un cometa en casa? Con dos trozos de hielo, uno común
(H2O) y otro de hielo seco (CO2), lo usan los heladeros dentro de sus conservadoras
portátiles. El hielo seco es de similar aspecto al hielo de casa, pero mientras
este se derrite en un charco de agua, el otro, el CO2, sólo deja escapar su
vapor sin derretirse, es decir, sublima.
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