El llamado - Septiembre 2º



A un mes de la tragedia, en honor a los bomberos

Por Carina Sicardi / Psicóloga
casicardi@hotmail.com

El martes es un día extraño. Ya pasado el mal publicitado lunes, éste aparece con todas las fuerzas. En general, la agenda nos devuelve una jornada llena de actividades. Y así lo asumimos. Lejos de los resabios del fin de semana anterior y no vislumbrando aún el siguiente, tomamos casi con naturalidad el ajetreado trascurrir del día martes.
Pero ese fue distinto. La mañana de los martes suele tener a todos los que formamos parte de la clínica, con un flujo de trabajo importante, que se refleja en un ir y venir de pacientes y de profesionales, conformando una armonía, desafinada por momentos, pero aceptada por todos. Lo que sonó diferente ese día, paradójicamente, fue el silencio. De repente, algo sonaba mal en mis oídos.
Al despedir a mi paciente del turno de las nueve, nos encontramos que el paisaje cotidiano había cambiado. Un grupo de personas se hallaban en una improvisada ronda, paradas, con la mirada puesta en el televisor…
“El silencio aturde, asustándome” canta Teresa Parodi. Sólo se oía la voz del periodista que explicaba: “una gran explosión conmociona a Rosario”.
Pasado el impacto, colapsaron los teléfonos, celulares y más. Muchas personas teníamos conocidos que viven en esa zona, y la desesperación fue transformando los rostros, dejando atrás al silencio.
Hubo un llamado que no hizo esperar su respuesta. Para ellos nunca es tarde, ni peligroso, ni tienen la línea ocupada…
Hasta allí partieron desde casi todas las localidades del sur santafesino, Entre Ríos y Buenos Aires, nuestros Bomberos Voluntarios.
Mucho tiempo llevan preparándose para las catástrofes que quizás nunca ocurran. Demasiada dedicación para ayudar a aquellos ciudadanos sin nombres propios; simplemente son “otro” que necesita…
Yo lo sé, muchas ausencias en las familias, pero toda la presencia ante ese bipper que llama al deber. Y en medio de la alocada información en vivo, se escucha: “están llegando los rescatistas de Firmat”; supe también que miembros del cuerpo activo de Chabás estuvieron allí trabajando.
Se ensancha el pecho y una infinita sensación de orgullo inunda el cuerpo. Allí estaban, llenos de polvillo, ganándole al cansancio, al hambre y a la sed, a la desesperanza cuando encontraban un cuerpo sin vida entre tanto escombro, un cuerpo cuyo nombre sería tristemente tachado de la lista de personas desaparecidas…
Todas esas personas, hasta el momento desconocidas para nuestras vidas, empezaron a tener un nombre, y un rostro, desde las víctimas hasta sus familiares, desde las autoridades hasta muchos de los bomberos, rescatistas, médicos, etc.
Ya no eran parte del fondo del cuadro, ahora eran figura, los protagonistas de una historia que hubiésemos deseado no se escribiera nunca.
“Estoy en paz. Pude devolverle sus hijos a sus padres”, palabras de Cachito, un rescatista firmatense, que recorrieron todos los medios. Y claro, no fueron para eso, los movía el deseo de encontrar vida aún frente a tanto horror, pero al menos vencieron a la desaparición, que no es poca cosa…
El final, tan triste como emocionante, llenó a Rosario de un sonido que será difícil olvidar. Tantos días solicitando silencio para intentar escuchar una voz pidiendo ayuda, se cortaron ante la confirmación de la aparición sin vida de los últimos desaparecidos de la lista. Y allí, de repente, y sin siquiera estar escrito en ningún guión, toda la gente despidió a los bomberos con aplausos infinitos y el sonar de las sirenas que estremecían los sentidos. Aquellas tan cuestionadas sirenas que los acompañan e identifican…
Esta semana al festejarse el día del maestro, y si se entiende por tal a aquel que es capaz de enseñar, deberíamos sin dudas decir: ¡Feliz día, Bomberos! ¡Firmes y dignos en su lección de generosidad! 
  
 

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