Estrella sin luz - Septiembre 2º



“REALITY”


Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com

Cada época tuvo sus “famosos”, moldeados en cuerpo y alma por los valores preponderantes de una sociedad que los elegía. La fama no es puro cuento, mucho se escribió, se debatió, se reflexionó seriamente sobre ella. Para algunos, hoy en día es lisa y llanamente la posibilidad de trascender, de escabullirse notoriamente del anonimato y pasar a formar parte de una “nobleza” que admite por igual a los de sangre azul y a los plebeyos. Las nuevas tecnologías hicieron de las incipientes celebridades, monstruos mediáticos de alcance sorprendente. A la incauta teleaudiencia la seduce el glamour, el confort, la buena vida de los famosos, es decir, se sienten atraídos por esas enormes sumas de dinero que muchas veces llegan de una manera rápida, y casi sin esfuerzo. La película italiana Reality, del director Matteo Garrone, recurre a la tragicomedia para poner en pantalla las miserias de una confundida sociedad, que cree encontrar en un formato televisivo LA oportunidad de su vida. La ecuación sería la siguiente, ingresar al Grande Fratello (Gran Hermano) es igual a prosperar.
La secuencia inicial del film dura unos cuantos minutos, una toma aérea sigue el recorrido de una carroza similar a la que usó Cenicienta, tirada, incluso, por caballos blancos ornamentados. Con la majestuosidad de una época que ya pasó, transita por las calles de Nápoles con una pareja de recién casados. Palomas blancas en cajas con forma de corazones y pajes vestidos para la ocasión reciben al novel matrimonio. Los invitados derrochan brillo y alegría, pero la verdadera estrella todavía no se hizo presente. De pronto, hace su aparición él, Enzo, semifinalista de Gran Hermano, la locura es general, lo aplauden, lo besan, lo aclaman. La euforia dura minutos, pero deja huellas. La pintoresca familia regresa a su hogar, padres, madres, tíos, abuelos, niños, el clan entero convive en una casona suburbana enorme, húmeda, en algunos rincones, prácticamente desecha. Es medianoche, la carroza se convierte en calabaza, los hombres se vuelven ratones.
Dentro de esa tumultuosa parentela se destaca Luciano (Aniello Arena), padre de tres niños, esposo leal, trabajador, tiene una pescadería en la plaza del barrio. Un laburante carismático, considerado por todos un comediante nato. Tal es la confianza que le tienen, que lo empujan a participar del casting para la nueva versión del Grande Fratello. No estaban equivocados, Luciano queda preseleccionado. A partir de aquí se pone en marcha el deliro absurdo del protagonista, enfrascado en la obsesión de recibir el llamado que confirme su ingreso a la Casa. Ya no tendrá paz, inquieto ante la posibilidad de estar siendo vigilado, juzgado, su empecinamiento lo vuelve una bomba de tiempo. En este marco, las apreciaciones de Michele, su empleado, hacen ruido, ya que según él todo el tiempo estamos siendo observados, Dios es nuestro Gran Hermano.
Reality pone en evidencia el carácter ridículo de una sociedad que vitorea figuras populares, cuya gloria mayor fue haberse cepillado los dientes en televisión. Este modo de pensar no es  novedoso, sin embargo el director cuando los retrata ácidamente a ellos, en realidad, habla de nosotros. No tanto como “chusmas vouyeristas”, atentos a la vida privada de los demás, sino como cómplices de un mundo cuyos valores se desintegran en la banalidad. Grandiosas actuaciones de actores no profesionales –Aniello Arena es un presidiario-, consagran una película sobre la fama  protagonizada por desconocidos, eso sí, talentosos.

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