Nos espían - Septiembre 1º



Por Antonio Cedró
Edward Snowden, el ex agente de seguridad de EEUU que pidió asilo en Rusia, estuvo varado en el aeropuerto de Moscú, con pedido de extradición desde Washington, desoído por las autoridades. Lo que lo hacía tan importante es haber participado de un programa de vigilancia informática del gobierno yanqui, y haberse llevado parte de la información recabada, además de destapar la olla y hacer públicas esas actividades. Recientemente,  parte de lo sustraído fue publicado por el diario inglés “The Guardian”, que actuaría como garante de que la información sea publicada. En los últimos días, pese a la presión del gobierno de Obama, se sumó “The New York Post” a este acuerdo. Independientemente de que Snowden haya visto una salida muy rentable a esta actividad y que los acuerdos con gobiernos o periódicos de prestigio mundial le hayan reportado jugosos ingresos, la verdad es que estos programas existieron. Luego del escándalo inicial del caso Snowden, la agencia de inteligencia de Rusia decidió volver al método de lápiz y papel, para archivar sus documentos de máxima seguridad, prescindiendo así de los medios electrónicos. Calcule las vulnerabilidades que habrán detectado los ex soviéticos. Alguna vez desde esta misma columna (El Observador Nº 7, “¿Todo a un click?”) advertimos, casi aseguramos, que nuestros hábitos de navegación podrían estar siendo monitoreados. El programa “Prisma”, según revela Snowden, confirma esas sospechas. Además de revelar que por ejemplo, los servicios de inteligencia británicos tenían una base de operaciones en oriente medio -vulnerando así por los menos unas cuantas soberanías y tratados internacionales-, asegura que se violaron entre 2008 y 2011, unos 20 millones de correos electrónicos. Sólo 56.000 eran con emisores y destinatarios de EEUU. Dentro del resto, podría haber alguno suyo o mío. Como si fuera poco, se le agregó la nueva filtración de que el gobierno del país del norte, pagó a empresas informáticas y de comunicaciones, por información. Entre ellas Microsoft, Facebook, Google, proveedoras de internet y empresas de telecomunicaciones. El uso masivo de estas redes -potenciado ahora por la aparición de los teléfonos inteligentes, que permiten estar conectados prácticamente todo el día- hace que el control del tráfico sea una fuente de recopilación, invaluable. Aun si a usted no le molesta que su privacidad pueda ser vulnerada, no se subestime, la información que comparte, voluntariamente o no, puede ser usada en contra de sus intereses, los de su comunidad, o su país. Información que transmite por correo electrónico, rindes potenciales de cosechas, afinidades políticas, webs de diarios que visita, contactos de redes sociales, transacciones bancarias, compras, ventas, hábitos de navegación. No se imagina cuánto puede decir de usted el conocer eso. Y de su país, y de nuestra sociedad. Y fundamentalmente de los que se oponen a los intereses de, en este caso, EEUU, en lo que aún hoy ellos consideran su patio trasero; informático, pero patio trasero al fin.

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