Deambulando por Viena



“MUSEUM HOURS”

Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com

El hilo argumental de “Museum hours”, cuya traducción sería algo así como Horas de museo, se ajusta a la simpleza de una historia casi anecdótica. Una mujer adulta viaja desde Montreal hasta Viena repentinamente, su prima está internada en muy grave estado y no hay ninguna otra persona que se haga cargo de ella. Inmediatamente acude a acompañarla, arriba a una gris ciudad extranjera, un enigmático lugar con un lenguaje diferente a su inglés natal. Un poco desorientada, sin conocer a nadie, se resguarda en el Museo de Historia del Arte vienés, el Kunsthistorisches Museum. A fuerza de evitar las inclemencias de un duro invierno, deambula por el interior de ese majestuoso lugar, que reagrupa artistas diversos, historia, estilos, forma, color. En medio de todas esas riquezas, tiene la fortuna de conocer a un agradable guardia del museo quien será su compañía, su traductor, su lazarillo. Ambos personajes no son peculiarmente extraordinarios, expresan en su existir los problemas, las vivencias de la gente corriente, y son el entramado protagónico de un film bellísimo. El director y también guionista, Jem Cohen, es el gran orquestador de esta especie de experimento visual, que lleva muy lejos la autonomía estética del lenguaje cinematográfico. Prueba de ello es la no recurrencia al diálogo como táctica privilegiada para hacer avanzar la acción; el montaje, la sucesión de planos detalles de los objetos del museo, una fotografía exquisita centrada en el paisaje urbano -periférico/céntrico- de la ciudad austríaca, se concatenan progresivamente exigiendo al espectador un temple contemplativo y reflexivo a la vez.
No se nos informa mucho acerca de Anne (Mary Margaret O’Hara), sabemos que el dinero no le sobra, nunca se comunica con nadie de su país, es simpática, muy hermosa, y tiene una cálida voz con la que entona canciones a su prima “dormida”. Por su parte, Johann (Bobby Sommer) disfruta de lo que hace, es atento, complaciente, observador. Tiene un modo de decir embriagador, sus palabras, sus historias son un placer no por lo que dicen, sino por cómo lo cuenta. Su voz es encantadora y sabia, a la vez. Las amenas conversaciones entre ambos se transforman en un intercambio entre dos seres auténticos, maduros, solitarios, pero no desdichados.
Conviene señalar, aun aproximadamente, la intervención de un tercer integrante dentro de las principales escenas de la película: el pintor Pieter Brueghel (1525-1569) y las reacciones suscitadas ante su obra, su pincel es un componente referencial  del estilo del director. Durante unos cuantos minutos escuchamos a una especialista hablar del artista, repasar su historia, estética, originalidad. En el presente sus cuadros tienen un inmenso valor testimonial, ya que retratan la cotidianeidad de las clases más bajas de su época, “sin sentimentalismo o sin emitir juicio crítico”. Esta perspectiva documentalista se reproduce en la cámara de Cohen, que capta con igual detenimiento una Viena no turística, atosigada por la nieve, conservando los sonidos del lugar –murmullos, bocinas-. Con planos sobrios, panorámicos o recortados, muestra la ciudad, su arte callejero, su gente, desciende por túneles o ingresa a bares con típicos parroquianos. Al mismo tiempo, abre los interrogantes acerca del valor del arte, quién lo construye, cómo apreciarlo. Museum hours” es una propuesta muy personal, para algunos un ensayo, donde el realismo/surrealismo de ciertas imágenes son una inacabada prospección en busca de significado, o no. Hay que estar preparado.

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