UNA ESTRATEGIA PARA LA VIDA EN PAREJA
Por
Silvana Savoini* / Sexóloga – Psicóloga
Resistencia a los cambios
Los
seres humanos, individualmente, nos desarrollamos, crecemos, atravesamos
crisis, cambios constantes, todo el tiempo dejamos de ser lo que fuimos pero conservamos nuestra
esencia, la fibra más íntima que nos permite autodenominarnos como “yo”…
Nacemos
y renacemos una y otra vez pero preservando la “mismidad”, el “ser uno mismo”
pese a todo, pese al tiempo, a las pérdidas, a que cambien nuestros sueños,
nuestros objetivos, intereses e incluso nuestros miedos.
Pero
sin embargo no cambiamos nuestro nombre cuando cambiamos nuestras expectativas,
“yo” sigo siendo “yo” aunque mi rostro, mi cuerpo y mi espíritu se modifiquen
acorde se transforma el propio sentido de la existencia… Recordamos cálidamente
el niño/a que fuimos, pero que en general, no querríamos seguir siendo.
Ahora
bien, ¿por
qué no aceptamos los cambios, las crisis, el crecimiento y la transformación
dentro de la pareja? ¿Por
qué olvidamos con tanta facilidad el “nosotros” y ante
la menor dificultad lo eliminamos rápidamente de nuestro vocabulario, y los
problemas no son nuestros, sino “tuyos” o “míos”…? ¿Por qué nos empeñamos en
preservar intactas las sensaciones y rituales que nos unen en un primer momento
sin dar lugar a renovar las formas de vivenciar la relación?
Hoy
encontramos una fuerte resistencia al hecho de que “las
cosas no sean como antes”. Nos aferramos con esmero a la infancia de la
pareja, casi diría, a su nacimiento…Y uno como terapeuta escucha: “pero
antes hacíamos tal cosa”; “pero antes me hablaba de tal manera”; “al principio sentía otras cosas que ya no me pasan”; y la
lista puede seguir, planteándose como un gran desafío tolerar el pasaje del
enamoramiento al Amor.
Del enamoramiento, al Amor
Cuando
digo enamoramiento hablo de la fascinación inicial, hablo del estímulo novedoso
que nos revoluciona, nos alborota internamente. Las famosas “mariposas en la
panza” que sentimos ante la presencia de la persona amada. La “electricidad”
que nos conmueve al menor roce, la “química” que nos transforma en el
encuentro, y que al dejar de sentirla en la misma forma o intensidad, lo interpretamos
como pérdida de la pasión, como desencuentro o sencillamente, desamor.
Si
recuperásemos o revalorásemos la facultad de entender que el Amor se construye,
y que la fase de enamoramiento es el terreno para proyectarlo, pero que los
cimientos son el compromiso, el cuidado del otro, el respeto, la
responsabilidad y la aceptación de los conflictos, con la paciencia necesaria
para atravesar turbulencias, refrenando la impulsividad que invita a salir
corriendo cuando las cosas se ponen difíciles, y asumiendo los cambios
resultantes... las cosas podrían ser diferentes...
Disfrutar las particularidades de
cada momento
Vale
decir a modo de ejemplo, que si antes la actividad compartida por una pareja
era una salida a cenar o al cine, o a bailar, hoy la actividad compartida puede
ser elegir el terreno donde construirán su casa, compartir los avatares de un
proyecto laboral, ir al parque con los chicos o finalmente, volver a salir
solos cuando los hijos crecen y se van de casa.
Y nada será como al principio, ¡pero eso no es “malo”!, en tanto aprendamos a
disfrutar las particularidades de cada momento de la vida de la pareja.
Incluso
los estímulos
sexuales cambian, y los
encuentros arrebatados pasan tal vez a ser acercamientos calmos o viceversa, la
prudencia inicial puede transformarse en la aventura de explorar juntos nuevas
experiencias, y también pueden existir períodos de transitoria disminución o
ausencia del deseo
sexual, que no hay por qué interpretar como catástrofe, ni tendría por
qué ser causa de separación automática.
Tiempos
En
los tiempos que corren, valga la redundancia, no hay tiempos…
-
no
hay tiempo para los duelos, inmediatamente debemos estar en marcha y de buen
humor luego de una pérdida;
-
no hay tiempo para reflexionar,
porque las demandas cotidianas nos dejan exhaustos;
-
no hay tiempo para la “intimidad
fuera de la cama”, de modo que el sexo se vuelve un capítulo apartado de
abrupta intimidad para dos personas ¡que no han intimado (no se han sentido en
confianza y contacto) en toda la jornada! Es decir, que no han hablado de cómo
les fue hoy, de cómo se sienten, de qué desean o necesitan, de qué los asusta,
no se han tocado ni por accidente y sus miradas probablemente no se hayan
cruzado ni siquiera durante algún diálogo trivial…pero pretenden encontrarse
fogosamente con sólo cerrar la puerta de la habitación.
Y
finalmente, no
hay tiempo para esperar a que las crisis pasen y la pareja se fortalezca con
ellas, porque, como repiten angustiadas muchas personas en ese punto: “¿Y
si pasa esto porque no es la persona indicada y yo estoy perdiendo el tiempo?”,
“No puedo permitir que se me vaya la vida, si esto no va a funcionar mejor
terminar ahora así encuentro a la persona ideal”… Ante la duda, y para no
perder tiempo ni oportunidades, mejor armar los bolsos y partir, es el criterio
imperante...
Para
quienes han tenido hijos por parto natural, podría pensarse que hay instancias
de la pareja muy similares al trabajo de pre parto, es ese instante en que la
mujer desea profundamente no haberse metido en semejante brete, salirse de la
situación, huir corriendo del hospital, y que de repente acabe el tremendo
dolor, las incertidumbres, los miedos, pero sobre todo, el dolor… Y no se
puede, en ese caso no hay opción, permanecemos involuntariamente soportándolo
todo… Pero todos y cada uno de los días en que la vida nos permite disfrutar de
ese hijo, observarlo, es la octava maravilla del mundo ¡y agradecemos no haber
salido corriendo de la sala de partos!
El
problema es que en la sala de partos de conflictos la puerta está abierta y
nada ni nadie nos impide abrirla y salir, caminando o corriendo, y así
perdemos, sucesivamente, la oportunidad de sentirnos maravillados al encontrarnos en la
mirada cómplice de una pareja que sobrevivió al dolor y se hizo más fuerte.
El
desafío de permanecer
La pareja implica una gran inversión de tiempo, de esfuerzo, de
trabajo concretamente, y lo que es peor, sin garantías. Cuando entendamos que
no habrá jamás garantías, ni personas ideales, que el compromiso abraza la
libertad de elegir día a día, porque la gratificación infinita de mirar atrás y
ver todo lo construido, sostenido y compartido con la pareja, hace que valga la
pena invertir el poco tiempo que disponemos de vida asumiendo los riesgos,
estaremos listos para afrontar el desafío de permanecer.
* Profesora
Adjunta Facultad de Psicología UNR
JTP Facultad de Ciencias Médicas UNR
Presidente Asociación Rosarina de Educación
Sexual y Sexología
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