VENUS
Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
En estas madrugadas -privilegio para
los que se levantan temprano, así como para los que se acuesten tarde, acaso
por haber pasado la velada en brazos del amor- un astro notorio brilla a tres o
cuatro palmos del horizonte Este.
Intensa luz, es el llamado Lucero y
guiará por un buen rato a todos los que caminen hacia el punto en que pronto
surgirá el sol.
Lucero es el nombre popular del
planeta Venus. Brilla siempre en dirección al Sol porque su órbita es interna
con respecto a la Tierra;
como al girar en una calesita, los que ocupen asientos cercanos al centro nunca
alcanzarán la sortija.
Hace muchos años le atribuyeron dos naturalezas:
cuando su órbita lo mostraba al oeste del sol (visible en las madrugadas), se
lo llamó Estrella de la Mañana
o Hésperos; y cuando se lo veía al este del sol, Estrella de la tarde o Vésperos,
y de allí vespertino. Mas, pronto
medimos su vagabundear con respecto al fondo de estrellas y se ganó su título
de Planeta (vagabundo).
En muchos aspectos es gemelo de la Tierra: su volumen, su
masa, su naturaleza; difiere en otros: su día es más largo que su año; gira al
revés que el resto de nosotros; ¡su atmósfera!
Ah, ¡hermoso Venus! Te llamaron Diosa del
Amor físico (Afrodita) por tu belleza en el cielo, pero tu verdad ¡qué lejos de
prometer amor! Al describirte parece acertada la etimología de Lucero: Lux
ferre, Lucifer. Dios del averno, el ángel más hermoso enviado por el Dios para
perder a los hombres. Porque en la atmósfera de Venus… ¡llueve ácido sulfúrico a
más de 470º centígrados!
Ya pusimos chatarra tecnológica sobre
tu cálido suelo. Medimos, contamos, pesamos. Sabemos que no hay ni habrá agua
allí. Tu cielo es un infierno para nosotros.
El hecho de que gire al revés que el
resto de los planetas no inquietó a los astrónomos, estos piensan que ha
sufrido colisión con algún astro pretérito, y que de ese embate su eje quedó
invertido.
Pon a girar una pesa sujeta de un
hilo; que tu mano la deje pender, que gire “hacia abajo”, y hazla girar con el
sentido de las agujas del reloj (movimiento directo). Luego, con cuidado, a medida
que mantienes su giro, invierte la posición de la mano, que la pesa quede
orbitando hacia arriba. Habrá invertido su sentido de giro (movimiento
retrógrado).
Así son las cosas en Venus. Si
pudieras contemplar sus amaneceres, verías al sol trepar por el oeste. Pero no;
si fueras la bella Sandra Bullock perdida en el espacio y fruto de la ficción o
la gravedad cayeras sobre Venus, no podrías ver sus atardeceres, porque ver implica que la luz llegue a tus
pupilas, y la atmósfera de Venus es tan espesa (y tan pesada) que no permite a
los rayos de sol llegar en forma directa. Sus gases crean lo que aquí llamamos
efecto invernadero. Los azules y celestes del sol son reflejados al espacio y
por eso le vemos tan brillante. Él solo admite naranjas y rojos, aún los “calóricos”
(infrarrojos); a esos rayos los apresa para crear su infierno en el cielo.
De todos modos, y aunque la Tierra vaya en camino a
convertirse en otro invernadero, él alumbrará las mañanas y las tardes hasta
que la última cita de placer y de amor se apague entre nosotros.
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