SANT JORDI
Por Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Desde
España
Hoy me iban a regalar una
rosa roja. No pudo ser. Tuve que elegir entre acudir a una cita o escribir esta
crónica. No, no es que tenga una lista interminable de admiradores que pueda abandonar
por las esquinas como mueble viejo sino que el 23 de abril se celebra en
Cataluña el día San Jorge (Diada de Sant Jordi), su patrón, que es además el
día de los enamorados. La tradición marca que se regale una rosa roja o un
libro y, si hay suerte, ambos a la persona objeto de nuestra devoción.
Cuenta la leyenda que en
Montblanc, un pueblo de la provincia de Tarragona, vivía un feroz dragón que
mataba a personas y animales por igual. Para aplacar sus deseos insaciables, se
escogía por sorteo a una persona que se ofrecía en sacrificio. Quiso la fortuna
que un buen día la persona en cuestión fuese la hija del rey (Fortuna juega esas
malas pasadas). Por suerte para ella, justo en ese momento y cuando ya se daba
todo por perdido, el rey lloraba desconsolado y la reina estaba postrada en una
cama sin querer presenciar todo aquello, apareció un caballero andante que,
espada en mano, se enfrentó al dragón y lo mató. De la sangre derramada nació, así
un poco por arte de magia, un rosal de rosas rojas en aquel lugar. Imaginemos
que el caballero se llamaba Jordi y que del rosal arrancó una flor y se la
regaló a la hija del rey. Después de esta gesta, con bouquet incluido,
seguramente el rey le concediera un ducado o marquesado e incluso la mano de su
hija. (Ya sabemos que las mujeres no participaban demasiado de la acción en
esos tiempos.) Pero volvamos a la versión popular de San Jorge. Parece ser que
este santo había sido un soldado romano enviado a perseguir cristianos pero él,
conmovido por esta nueva religión, se negó a hacerlo. Por ello perdió la
cabeza, literalmente, pero a cambio ganó la vida eterna, se convirtió en santo
y, algunos siglos más tarde, en patrón de Cataluña (e Inglaterra entre otras).
Si a esta mezcla de fantasía y fe cristiana le unimos la idea más reciente de
algunos escritores catalanes de celebrar un día del libro que se fijaría el
mismo 23 de abril, y que posteriormente la UNESCO marcaría como el Día Mundial del
Libro, nos topamos con este famoso festejo popular.
En la actualidad, en toda las localidades catalanas se
colocan en las calles principales, puestos de libros y de rosas, en algunas
ocasiones se puede escuchar música o una lectura en directo. Miles de personas compran
un libro o una rosa mientras pasean en pareja, en familia, con amigos o solos. Todo
el mundo vende rosas: voluntarios por una buena causa, estudiantes por un viaje
de estudios, los floristas por aumentar beneficios y otros por ganar algo de
dinero. Como también se trata del día del patrón, las calles y balcones están
decorados con la bandera catalana y algunos partidos políticos (desde
independentistas hasta partidos en defensa de los animales) tienen sus propios
puestos donde reparten panfletos y explican en qué consiste su programa.
Evidentemente las librerías están abiertas de par en par y muchas cuentan con
un puesto adicional en las vías principales. Los escritores más conocidos fijan
hora de firma de sus libros y se forman largas colas que dificultan aún más el
paso. En los últimos años, se ha unido a la fiesta el llamado “escritor mediático”,
una persona que se ha hecho famosa, generalmente en la televisión, que escribe
una biografía o un libro de recetas de comida vegetariana y que aprovecha para
ganar un sobresueldo vendiendo libros en esta fecha tan señalada. Algunas
personas critican la comercialización de la fiesta y las incómodas
aglomeraciones, pero realmente es una fiesta popular y todos pueden tener su
lugar. Al final del día, las terrazas se llenan de personas que coincidiendo
con el buen tiempo se toman algo con su rosa roja o con un libro nuevo.
Y mientras tanto yo aquí,
sin mi rosa, escribo esta crónica. El amor puede esperar pero nuestra cita es
ineludible. Que la disfruten.
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