Una historia de amor 3.0



“ELLA”


Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com

El argumento de la película “Ella” (“Her”), a simple vista, parece absurdo o la consecuencia de una noche lisérgica: un hombre se enamora de un sistema operativo, es decir, de un procesador. Las implicancias de este hecho disparatado resultan ser un extraordinario film romántico, profundo y sincero, si se quiere realista, ya que pone en escena una serie de instancias características de las historias de amor, como por ejemplo, el descubrimiento extasiado del otro. Ganadora del Oscar a “Mejor guión original”, su director y también autor, Spike Jonze, realiza un trabajo arriesgado con resultados victoriosos acerca del amor en tiempos virtuales, sin alejarse del intencionado factor empático, todo lo contrario, la intensidad del relato, de sus personajes, consigue afectar al espectador, conmoverlo.
Hay tres grandes protagonistas, alma mater del desarrollo cinematográfico. El primero es Theodore Twombly, a quien Joaquín Phoenix le pone el cuerpo de manera estupenda, un cuarentón solitario que está atravesando una aguda crisis personal debido a un doloroso divorcio,  se gana la vida escribiendo cartas, muy bellas y poéticas, a pedido de otros. La segunda es Samantha, una inteligencia artificial, a ella únicamente la escuchamos, es la voz seductora y aterciopelada de Scarlet Johansson, quien reside en un pequeño aparato portátil que lleva Theo en su oído para comunicarse, y que ve el mundo a través de una especie de tablet. Por último, la tercera pieza fundamental de la historia es la ciudad de Los Ángeles, retratada en un futuro no muy lejano. Gracias a una fotografía meticulosa, la gran urbe se deja contemplar como un espacio invadido por la bruma, minimalista, pulcro, melancólico e individualista, en donde fulguran luces de colores cálidos y pantallas gigantes características de una sociedad digitalizada, automatizada.
Con el propósito de comprar un sistema operativo que lo ayude a organizar sus mail, sus horarios, que interceda en su vida diaria –despertador, lector de noticias-, Theodore adquiere una entidad artificial cuya novedosa particularidad es el carácter intuitivo del dispositivo, especie de conciencia que va adquiriendo personalidad a medida que transita por diferentes experiencias. Luego de programarla, de elegir una voz femenina, la presencia de Samantha desencadena un irrefrenable impulso apasionado hacia ELLA, ya que es inteligente, ocurrente y muy divertida. Una gran compañera. Su presencia inmaterial no es un impedimento para desatar un enamoramiento real de índole intangible. Ambos se vuelven inseparables. El conflicto sobrevendrá desde lo íntimo y no desde el prejuicio exterior, se trata de poner a resolver inseguridades, celos, miedos, la certeza de que un individuo cambia con el paso del tiempo. “Estoy emocionada, me estoy convirtiendo en mucho más de lo que me programaron”.
Se podría añadir un cuarto vértice significativo en este entramado romántico, la música. ¿Cómo resolver la imposibilidad del contacto físico para capturar un momento? No hay fotos para perpetuar un instante feliz entre los dos, entonces, la sagaz Samantha compone canciones, delicadas y lánguidas, que procuran describir la sensación de estar juntos. Precioso. La musicalidad de “Ella” está acompasada por espléndidos diálogos existenciales, que configuran una mirada metafórica acerca de las relaciones posmodernas. “Todo el que se enamora es un raro, hacerlo es una locura. Es como una forma de locura socialmente aceptable”.

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