Manual
para comprender
¿A qué se llama “deuda
externa”, de cuánto es, quién la generó, cómo fue creciendo? ¿Quiénes son los
“buitres”, cómo se originan, qué consecuencias producen? ¿Cómo está la
situación de Argentina, actualmente?
Por Mariano Fernández
Los fondos buitres aparecen una vez más
en la marquesina del escenario nacional. El episodio que los trajo nuevamente a
la palestra es el fallo de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.
Inicialmente parecería un complicadísimo tema que involucra términos
específicos de macroeconomía, anglicismos y tecnicismos legales, pero es un
asunto en realidad mucho más simple de lo que se supone. Presentar noticias que
traerán consecuencias potencialmente nefastas para un país de manera enredada,
puede tener efectos benéficos para medios y gobiernos, indistintamente. Veamos
a modo introductorio cómo se originó esta situación y sus perspectivas.
La deuda
La deuda externa Argentina, no es
actual. Era de 8085 millones en 1975, un poco más de 300 dólares por habitante.
Bastante menos que los pagos totales del año 2012. Para 1983 era de más de
45.000 millones. Para ese entonces debíamos por 1500 dólares cada uno de los
argentinos. El monto de deuda ascendió astronómicamente con todos los
sucesivos. No sólo por nuevos empréstitos sino por los intereses de la propia
deuda.
Dos hechos son significativos. Uno es
que el mayor incremento y las cláusulas más leoninas sucedieron durante la
dictadura militar. Podría ejemplificarse con que un vecino irrumpa en nuestra
casa por la fuerza, se endeude en el comercio de la esquina en connivencia con
el propio dueño del comercio y al retirarse el usurpador, debamos honrar la
deuda. El otro hecho es que mucha de esa deuda es para pagar deuda privada. Así,
como lo lee. Empresas privadas habían contraído deudas crediticias y el Estado
argentino se hizo cargo de esas obligaciones. Alpargatas, Pérez Companc,
Celulosa, son algunas de esas empresas. El presidente del Banco Central en esos
momentos, e ideólogo de esos mecanismos, era Domingo Felipe Cavallo. El
blindaje, el megacanje y los acuerdos con los acreedores que vinieron luego, no
fueron más beneficiosos para nuestro país. El juez Ballesteros en un fallo
dictado en julio de 2000 y basado en una investigación de Alejandro Olmos,
denunciaba 477 ilícitos cometidos en el endeudamiento de nuestro país, e
instaba al Congreso Nacional a investigar. El fallo, aún duerme en los sótanos
de esa repartición.
Los
buitres
Los fondos buitres son aquellos fondos
de inversión, que se dedican a comprar deudas, generalmente vencidas, en formas
de bonos. Ejemplificando: un país emite bonos de su deuda, es decir, promesas
de pago, “pagarés” a vencer, digamos, en unos diez años. El valor nominal, que
está impreso en ese bono, es de supongamos 10 dólares. Claro que nadie pagará
eso por algo que deberá cobrar en mucho tiempo. Entonces se cotiza a mucho
menos. Algunas veces los países pagan deudas con esos bonos u obligan a
empresas a tener parte de ellos en sus carteras de capital. Así es como tal vez
terminan en manos de jubilados o compañías de seguro, por ejemplo. Cuando se
aproxima su vencimiento, aumenta su valor hacia el valor nominal. Claro que sólo
podrán retenerlos aquellos que tengan espaldas. Así es como se comercializan y
terminan por poco dinero en manos de unos pocos especuladores. Los fondos
buitres van más allá. Compran estos bonos por céntimos cuando la deuda venció y
un país entró en quiebra, incumpliendo los plazos de pago. Nadie quiere un
pagaré vencido, salvo los buitres, claro está.
Buitres
viejos versus buitres nuevos
Argentina venía cumpliendo
compromisos, incluso desconociendo el fallo de Ballesteros. Allí está la
explicación de la gran necesidad de juntar dólares por parte del gobierno. Las
deudas en el mundo se pagan en dólares. Muchos títulos de la deuda Argentina
estaban en manos de buitres desde el default del 2001. El país ofreció un
acuerdo por un valor determinado. Los fondos reclamaban el valor nominal más
intereses y punitorios. Se llegó a un acuerdo con un porcentaje bastante alto
de tenedores de títulos que fueron aquellos que “entraron en el canje”, llamémosles
los “buitres buenos“. Es un eufemismo, sí. Los acreedores más ásperos, pongámosle
los “buitres malos”, siguieron buscando una Corte donde litigar; una, en la que
tuvieran algún juez amigo. Y lo encontraron, en Griesa, juez de EE.UU. Griesa,
este viejito bonachón, invocó a la Corte Suprema y les pidió que se expidieran
al respecto. Párrafo aparte para esta Corte. Sus miembros están directamente
vinculados a fondos buitres, esposas de
los jueces, familiares directos, amigos, políticos que designaron las
magistraturas, etc. Esas, son las desventajas de jugar de visitante. El fallo
de la Corte estadounidense fue lapidario: hay que pagar lo que piden los
acreedores. Capital, más intereses. Todo esto muy cerca del vencimiento del
acuerdo con los deudores que sí habían aceptado el monto ofrecido por
Argentina, uno menor que el reclamando por los “buitres malos”.
La situación actual es grave. Por un
lado Argentina había depositado el dinero para el pago de los acreedores en
bancos norteamericanos. Aunque Griesa no autorizó el embargo de ese dinero, dio
instrucciones a estos para que no paguen. Si llega el vencimiento y no puede
efectivizarse el pago, entraría el país en un default técnico. O sea, cesación
de pagos, aun teniendo el dinero. El gobierno argentino intenta conseguir apoyo
en la OEA y agitando el fantasma de que el mercado internacional de capitales
se derrumbaría detrás de Argentina. Los buitres buenos y malos quieren cobrar.
Nadie dice nada sobre lo que pagamos, cada uno de los habitantes de este país,
con nuestro sudor y nuestro futuro. Estados Unidos desconoció la deuda de Irak
cuando asumió su custodia. Rusia hizo lo propio con las deudas de la Unión Soviética.
Menos potencias, pero también decidieron no pagar deudas fraudulentas, fueron
Ecuador e Islandia. Brasil está investigando su deuda para evaluar desconocer
una parte de la misma. No se asuste. Desde que Colón confirmó que la Tierra es
redonda, nadie se cayó del mundo y mucho antes, en la Biblia, ya se condenaba
la usura.
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