ROBERTO
FONTANARROSA
Por
Julieta Nardone
Muchas veces escuchamos decir que “la
risa es un asunto muy serio”. A propósito, al entrañable “Negro” Fontanarrosa en sus amenas conversaciones le
gustaba dejar bien clarito que el humor busca enfrentarse a lo pomposo, y no a
lo serio. La risa, tan generosa en los niños y más bien tacaña en los adultos,
encierra toda una filosofía de vida: “¿Acaso el Universo no es de todos? ¿Qué esperas para arrancar un
tomate?”/ “Una vida más larga… ¿Acortaría la
Muerte?” / “Dios aprieta pero no ahorca ni cae en el sadismo” / “Si tu mejor amigo te incrusta un puñal en
la espalda… desconfía de su amistad.”
Palo y a la bolsa del lector por
efecto del chiste. O bien, variantes como la ridiculización de lo trágico, la
burla de aquellas costumbres que se arrogan el título de “única realidad”… son
también formas de interacción social y de juego común: empatía, complicidad y
papel lúdico del lenguaje dan la mezcla exacta para que el plato no caiga
pesado. Pero el humor también requiere de una buena dosis de modestia para
autoafirmarse en la imperfección y salir entero de las frustraciones de toda
existencia. Es, sin temor a exagerar, una actitud que implica un trabajo interior permanente de elaboración de las
experiencias por vías adaptativas, con creatividad y originalidad (afirma
una psicóloga, abocada al análisis del lugar de la risa en el psiquismo humano).
Fontanarrosa -quien por casualidad o
paradoja, se retira hacia otra dimensión a tan solo un día del festejo de la
amistad (19/07/2007)- es y será recordado como un “amigo” de barrio, un tierno
demente por Central y un puño brillante para el dibujo y la palabra cómica. “Es fácil querer al que te hace reír” –opinaba
el rosarino-, callando con toda humildad que no cualquiera puede hacerlo.
Es inmenso, y sin duda será eterno, el
alcance popular de personajes como don Inodoro, la Eulogia, el perro sabio
Mendieta (cabe otro paréntesis para reírnos con una ocurrencia del gaucho sobre
su compañera: “¿Puede una persona desaparecer de a pedazos? Porque a la Eulogia le
desapareció la cintura").
Además de esta tira cómica y la del inmoral Boogie el aceitoso, nos
hizo divertir con tres novelas y gran cantidad de cuentos. Al divertirnos -algo
así como salirse del vértice-, nos hace campear por zonas que entran en
conflicto con el orden cotidiano de significados. Como en el cuento “Mamá”:
A mi mamá le gustaba mucho el trago… Mamá
era increíblemente dulce conmigo. Un día yo me corté un dedo recortando
figuritas con la tijera. (…) Ella vino corriendo con gasa
y la botella de alcohol. Me puso alcohol en el dedo y después, directamente del
pico del frasco, se tomó un trago. "¡Mamá!", la alerté. Mi padre nos
retaba cuando nosotros bebíamos directamente del pico, aun siendo gaseosas.
"Es que me ponés nerviosa", me dijo.
Por otro lado, es posible pintar un
barrio entero con sus personajes que, en matices diversos, andan satelitando a
las minas, al poder político-laboral;
o andan ufanos por ser el rey de la milonga mediante el relato de anécdotas
insuperables, cuando no inverosímiles. Golosos también de la cargada en los
encuentros de bares, se destacan personajes de “La mesa de los galanes”, “Cuando
se lo cuente a los muchachos”, “Beto”,
“No se puede tener todo”, por sólo
nombrar algunos.
El mismo Fontanarrosa
en una entrevista confiesa esa sagrada inclinación por las reuniones cotidianas
con sus compañeros de tertulias: "Es placentero y descansado encontrarse a las ocho de la tarde con
los amigos en El Cairo o en algún boliche, porque a los amigos, a los
verdaderos amigos, no hay por qué darles pelota. Si un amigo te dice: ‘Fui a
ver una película iraní’, yo le digo: ‘Dejame de romper las pelotas’."
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