Por Carlos Bonino
carlosgbonino@gmail.com
¿Qué sentirá el Nano Serrat cuando el cinco de octubre
se celebre el Día del Camino? Durante años le cantó al caminante que no había
camino, “sino estelas en la mar”. Ahora
nos enteramos, no sólo que hay un camino, sino que además tiene un día. Resultaron una
estafa los versos de Machado. O quizás no, quizás el poeta español era vidente
y 100 años antes predijo el destino de la autopista sobre la ruta 33. Por eso
será que dice: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más”. No hay nada; ni asfalto, ni guardarrail, ni
carteles, ni nada.
Otra conmemoración controvertida es el 14 de octubre,
se celebra el Día Mundial del lavado de manos. Creemos que se recuerda el
nacimiento de Poncio Pilato. Pero también hay una corriente de pensamiento que afirma,
que ese día es en honor al Lole y su famosa frase: “Vi algo que no me gustó".
Después de eso él no fue presidente y nosotros nos quedamos sin saber qué vio
cuando Duhalde le propuso ser candidato.
Si pensamos en la higiene, me pregunto: ¿por qué
no existe un día para el secado de manos? ¿O acaso puede existir uno sin el
otro? Lavado y secado son como la moto y el casco, o los niños y los piojos, inseparables. Pero
en mi reivindicación del secado, no dejo de pensar en ese aparato que está en
los baños públicos y tira aire caliente. Por favor linchemos al inventor de esa
cosa, que cada vez que la usamos hace que nos sintamos unos nabos mientras
pasan los minutos y nuestras manos siguen húmedas. Es ahí cuando nos agachamos
y miramos el agujero para apuntar bien. Pero no, señor. Lo suyo no es falta de
inteligencia, es esa ¿secadora?, la culpable de que usted tenga que recurrir al
noble pantalón para terminar la tarea. También podríamos hablar de las toallas
de papel, pero vamos a dejarlo para la próxima, porque no quiero amargarle su
día.
Para endulzar una jornada, nada mejor que el beso
de una mamá o un buen chocolate. El tercer domingo de octubre, festejaremos el día
de todas las madres. En esta última frase está la clave y es la palabra
“todas”. Biológicas, adoptivas, de crianza y tantos etcéteras como amor haya
para dar. Antes les decíamos “vieja”, ahora en algunos casos podremos llamarlas
“señora que nació unos años antes que yo,
pero que gracias a las cremas y al botox podría pasar como mi hermana”. Pero
sin importar las apariencias, todas tienen algo en común: no nos dejan abrir la
heladera en patas. Y eso, aunque parezca raro, es amor. Amor como el de
Graciela y Laura, o el de Flor de la V, o el suyo.
Con esto de los nombres modernos, muchas veces también
se hace justicia. Por eso desde hace algunos años, el 12 de octubre festejamos
el Día del Respeto a la Diversidad Cultural. Porque recordamos la llegada de
Colón, pero también debemos acordarnos de nuestras raíces. Esto nos recuerda nuevamente
a las madres, porque cuando ven sus raíces se acuerdan de la diversidad de
colores que hay en su pelo.
Para cerrar octubre, y como dijo Eduardo Sacheri: “Me van a tener que disculpar”. Aquí
quisiera transcribirles ese hermoso cuento, en donde Sacheri pide disculpas por
adorar sin razones justificables a Diego Maradona. A mí, por más que a veces me
cueste admitirlo, me pasa lo mismo. Por eso el 30, brindaré por los 54 años de
El Diego. Porque a los argentinos nos encantaría ser como Messi. Casarnos con
la morocha linda y dulce del barrio, ser medidos y criteriosos a la hora de
vivir. Pero no, no podemos. Somos como Maradona. Nos gustan los excesos, hablar
a los gritos, amamos a las rubias teñidas y somos de ir a juicio o a los
cachetazos por la vida. Tiene razón, a lo mejor nosotros no tenemos ese combo
completo, ¡pero tampoco gambeteamos como lo hacía él!
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