EL SOL I
Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
El Sol es nuestra
estrella, es eje del sistema que habitamos y fuente de energía para la vida que
conocemos, ya que existen formas de vida que se nutren de energía disipada por
el núcleo terrestre. Esta escapa a través de chimeneas en las dorsales centro-oceánicas.
Aunque ese calor es mínima expresión de la energía que recibimos del Sol,
garantiza la vida sobre el planeta porque periódicamente suceden extinciones
masivas (por efecto invernadero descontrolado, y por efecto bola de nieve) de modo que los pocos
organismos que superviven gracias a dichas fumarolas, son los encargados de
repoblar la Tierra,
Millones de Años (MA) después.
Nuestro astro se ha
formado a partir de una nebulosa de átomos, moléculas y polvo cósmico que
colapsó hace 4.500 MA a causa de la fuerza de gravedad. La fuerza de gravedad
es una manifestación de la materia. Esta modifica el espaciotiempo y tiende a ordenarse
sobre uno o más sitios. La unificación de esa nube antigua dio origen a un
número desconocido de estrellas, una de las cuales fue nuestro Sol.
Por las noches de
invierno puede verse sobre nuestras cabezas un camino o río de luz llamado Vía
Láctea. Es nuestra galaxia, un conjunto de soles y polvo que nos contiene.
Sobre ese río blanco se advierten manchas oscuras. Esas manchas negras son
nubes similares a la que dio vida al Sol; en ellas están naciendo miles y
millones de nuevas estrellas, cada una con su cohorte de planetas, acaso con
inimaginables formas de vida.
Una estrella se
alimenta de los átomos y el polvo preexistentes que daban cuerpo a la nube
madre -en su mayoría hidrógeno (H)- cuando el núcleo de la proto-estrella
alcanza una determinada presión generada por las capas de gas que soporta,
dichos átomos sintetizan en nuevos átomos de helio (He). Este proceso genera
una contrafuerza que se opone a la gravedad. La nube que al contraerse
colapsaba en una masa de átomos, se infla ahora fruto de la fuerza
termonuclear. Cuando ambas fuerzas se equilibran (la gravitatoria y la
nuclear), dicha masa logra un periodo de estabilidad durante el cual radiará energía
al espacio. Al ver esa luz y ese calor salir de la nube madre, es cuando
decimos que la estrella ha nacido.
Todos conocen las
Tres Marías. Es el Cinturón de Perlas que enlaza el vientre femenino para los
árabes, pueblo culto y sensual que jamás podría ver sino belleza en el cielo.
Los belicosos griegos vieron en esas estrellas azules el cinturón de un
guerrero llamado Orión y nuestros pueblos antiguos, la batidora o peine que
ajusta los hilos de un telar donde los dioses tejen ponchos para los cuzqueños.
Como sea, las
estrellas están allí y sobre las Tres Marías hay un brillo parco. Si le observas
con telescopio podrás ver una nube blanca. En esa nube, en la Nube de Orión, verás nacer soles.
Mientras esto escribo su luz parte hacia nosotros. O, en realidad, y por verlos
ya, hace 1200 años que partió hacia acá.
Este es uno de los tópicos
que más sorprende. En el universo, las distancias son tan grandes que los
hechos nunca ocurren simultáneos. Las estrellas de Orión han nacido hace mil
años y nosotros recién nos enteramos porque su luz, corriendo a 300.000 kilómetros
por segundo, recién ahora llega a casa. El mismo sol que brilla afuera es en
realidad el que brilló hace 8 minutos. Si se apagara ahora, a no preocuparse,
disfrutaríamos aún de 8 minutos de gloria.
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