Tapa Mayo


Contratapa / Cantidades

Por Alejandra Tenaglia


Los años que faltan para el aniversario de tal metal. Los meses que restan para el parto. Los días que avanzan a paso caracol hasta el depósito del sueldo. Las horas que corren a velocidad desproporcionada con la cantidad de actividades que deben apretujarse en ellas. Los minutos que se estiran como chicle al sol, mientras el llamado no ocurre. Los segundos que pueden virar un destino, salvar una vida, arruinarla para siempre. Los pesitos antes de rumbear para el almacén. Las monedas conseguidas en la esquina, mano extendida ante cada ventanilla de los autos que enloquecidos avanzan por las grandes urbes argentinas, donde las desigualdades son más desiguales que en los pequeños poblados. Las flores que, desafiantes, van estirando orondas sus pétalos en pleno otoño. Las manchas de humedad que se expanden por el techo. Los amores importantes, los que a medias recordamos, los que con cuidado olvidamos. Las lloradas sin horario fijo ni motivo explícito, cuando tristezas viejas asoman la cabeza o estamos de estreno en materia de penas. Las palabras, cuando los asuntos queman y medimos hasta el aire que expiramos para no lastimar más... Los pares de medias, antes de viajar. Los libros que orgullosamente vamos acumulando en los estantes de la biblioteca. Las insistencias a las que no sucumbimos. Los padrenuestros y avemarías que impuso el sacerdote como penitencia tras la confesión. Los secretos que nunca jamás diremos. Los portazos que parecen más de los que fueron, por su interminable eco sucediendo como resuello siniestro. Las metas para el año en curso. Los anhelos, para cuando se pueda. Los sueños, para cuando se tome envión. Los vehículos. Las cremas. Los partidos. Las remeras. Los aplazos que aún no podemos digerir. Los papelones. Los escándalos. Las caídas. Las mentiras gigantes, las medianas necesarias, las chiquititas y desapercibidas. Los “me gusta” en las redes sociales. Los amigos virtuales. El tiempo que nos dedicamos y el que ofrendamos. Las veces que repetimos, insistente e inconscientemente, la narración de esa anécdota que muchos ya podrían repetir de memoria. Los pájaros que atraviesan los cielos en bandadas organizadas con rigor militar. Las estrellas que vemos “caer”. Lo que no dijimos. Lo que no supimos cómo decir. Las verdades que nos justifican. Los argumentos que nos consolidan. Los principios que nos sostienen aún cuando todo hiede. Los oportunistas que huyen raudos, buscando otra grieta por donde filtrarse. Los cínicos que se creen piolas, pisando siempre baldosas flojas. Los integrantes de la Corte Suprema de la Injusticia, que habilitaron la aplicación del 2 x 1 para delitos de lesa humanidad. La tropilla de genocidas que recuperarían la libertad, gracias a ese repugnante fallo. Los males irreversibles que cometieron, los del sillón alto y los de altos grados. Los fármacos necesarios para dormir. Los kilómetros recorridos a puro talón. Las desesperaciones desesperando desesperadas. Las sonrisas, que él/ella nos regaló y nos transformaron la mirada. Los actos honestos, los cotidianos y constantes que tanto laburante ejecuta sin dudar; y los que son extraordinarios por alguna característica especial. Y aquí nos detenemos. Paramos de hacer cuentas y cerramos este balbuceo numérico con dos nombres: Martín Noriega, Damián Cardoni. Tatín y El Gula. Dos chabasenses que han encontrado en pleno Bv. C. Casado entre Gral. Roca y Mitre, la estrafalaria cifra de 4 millones y pico de pesos que han devuelto a su dueño. Sí, es lo que corresponde hacer. Pero entre tanta abundante trampa, interés rastrero y abyecto de ocasión, no está para nada de más aplaudir y destacar al que obra con decencia y dignidad. Eso sí que da, indefectiblemente, saldo a favor.


Lugares en el mundo / Budapest


SÁNDOR PETÖFI


Por Ana Guerberof / ana.guerberof@gmail.com

Buda y Pest, dos ciudades separadas por el Danubio que se unificaron en 1873, pero que aún conservan su identidad bien diferenciada. Buda con su Castillo y sus colinas verdes, Pest con el imponente Parlamento, la segunda sinagoga más grande del mundo (después de Jerusalén, claro) y el emblemático barrio judío -ahora convertido en zona de recreo para los turistas que han invadido Budapest desde la caída de la dictadura comunista-. ¿Quién le iba a decir al escritor judío y ganador del único Nobel de literatura del país, Imre Kretész, que el barrio judío, testigo de las más crueles persecuciones, se convertiría en un lugar de moda?
Sin duda, los conflictos políticos y sociales han determinado el destino de este país tantas veces invadido por los imperios circundantes. Tras la derrota del Imperio otomano, Hungría pasó a formar parte del Imperio austríaco y más tarde del Austrohúngaro cuando Budapest se convirtió en la segunda ciudad en importancia tras Viena. Su arquitectura actual es testigo de esa grandeza y sofisticación. En su historia más reciente: el nazismo, seguido de la dictadura comunista y, ahora, un preocupante giro hacia la extrema derecha en manos de su primer ministro Viktor Orbán. Una historia tumultuosa.
Como no podía ser de otra manera, la literatura húngara refleja estos conflictos. La consagrada escritora Magda Szabó, que no pudo publicar durante más de cuarenta años por encontrarse en la lista negra del partido comunista, consiguió finalmente fama mundial con su novela La puerta. Esta novela representa cómo son las relaciones en este país, cómo se oculta parte de la historia familiar detrás de esa puerta real y simbólica por miedo a represalias.
Precisamente por esta intricada relación entre la literatura y la política, no es de extrañar que en el centro de Pest se encuentre el museo al poeta y héroe nacional Sándor Petöfi. ¡Un museo en honor a un poeta siempre merece una visita! El museo es un edificio de planta neoclásica con un jardín interior magnífico -y con una estatua de Petöfi no tan magnífica-, un jardín para disfrutar las cálidas noches de verano tras un invierno riguroso. La casa pertenecía originalmente al también escritor Mór Jókai. Como es costumbre en los países herederos del comunismo, el museo tiene menos visitantes que funcionarios, quienes, sin un propósito determinado, pasean por el lugar con cara de pocos amigos; los más jóvenes son claramente más amables.
Las salas siguen un orden cronológico desde el nacimiento hasta la muerte del poeta. Cada una cuenta con elementos de la época (un sable, los trajes, un pupitre, sus manuscritos) y apuntes biográficos en parte traducidos al inglés (por desgracia, no todos, y el húngaro -una de las lenguas no indoeuropeas del continente-, créanme, no es intuitivo). Por lo tanto, la primera, nos explica que Sándor Petöfi nació en Kiskoros en 1823 en el seno de una familia de ascendencia eslovaca -en Centroeuropa, las fronteras han seguido un fluctuante baile dependiendo de quién ganara un conflicto-, humilde pero con medios suficientes.
Tras un paso no demasiado brillante por la escuela, Sándor se enlista en el ejército, pero pronto abandona la carrera militar porque se da cuenta de que no es lo que busca. Da un cambio radical de estilo de vida y se inicia como actor en una compañía de teatro donde obtiene solo papeles secundarios. En ese momento, comienza a escribir poesía frenéticamente y abandona la interpretación. Se traslada a Pest y tras publicar sus poemas en distintas revistas, adquiere notoriedad. A la vez que intenta cambiar la poesía del momento, es un innovador en la forma y el contenido, se interesa por los problemas políticos y sociales de su país. Comienzan los temas constantes en la vida del poeta: la libertad y el amor. Libertad, amor / ¡Libertad, amor! / Preciso de ambos. / Por mi amor sacrifico / la vida, / y sacrifico por la libertad / mi amor.
En 1846 conoce a Júlia Szendrey con la que se casa, a pesar de la oposición de la familia de ella, y tienen un hijo: Zoltán. Hungría está en ebullición política y Petöfi junto con otros intelectuales de la ciudad encabeza un movimiento revolucionario llamado los Jóvenes de marzo que demanda al gobierno de los Habsburgo una mayor autonomía. A pesar de haber sido el líder de la protesta popular, no consigue entrar en la Asamblea y, por consiguiente, en la élite política del país. Se desilusiona, pero sus deseos de ver una Hungría libre no cesan. Se enlista entonces en las tropas revolucionarias que inicialmente vencen a las tropas austríacas, pero estas últimas, ayudadas por los rusos, logran la victoria final. Petöfi desaparece en la batalla de Segesvár en 1846. Tenía 26 años. Sorprende, y acompleja en cierto modo, que con esta edad Sándor Petöfi consiguiera ser militar, actor, poeta, político, marido, padre y héroe nacional. Pero ya lo decía el propio poeta en su famoso poema Canto nacional: Hombre ruin ha de ser y miserable / El que no ose morir, si es necesario; / El que egoísta, acaso haya antepuesto / Su despreciable vida al honor patrio.

Budapest es una de las ciudades más bellas de Europa y, al contrario de París o Londres, cuyas fotografías tantas veces reproducidas se anticipan al viaje, se revela poco a poco; cada hallazgo es una sorpresa maravillosa. El visitante se va con la sensación de que queda mucho por descubrir aún y que algún día volverá. Pero me gustaría acabar esta crónica con un consejo muy práctico: si visitan la ciudad, tengan cuidado con los controladores de los tranvías, dignos herederos de la policía secreta del régimen comunista, porque cualquier anomalía con el billete será un pretexto para una multa innegociable con amenazas de cárcel incluidas.  


Las razones de Joystick / Entrevista con Pano



Por Carlos Bonino
carlosgbonino@gmail.com

En mayo se escucha mucho la palabra “patria”. Al intentar definirla, suelen usarse conceptos que engloban la tradición y las costumbres. Pero, ¿si fuera algo más sencillo? Rubén Blades dice en una canción que la patria: “Son las paredes de un barrio”. Nuestra pequeña patria es Chabás, y al escuchar en medios nacionales que “la banda del momento” es Joystick, se hincha un poco el pecho. 
Una tarde, con mi hijo, me acerqué a la casa de un pibe al que todos conocemos como Pano (¿alguien sabe cómo se llama?), la voz de la banda que está viralizando el nombre del pueblo.

El disco se llama: “Mil razones para no dormir”, pero ningún tema se titula así...
Le pusimos esa frase porque ninguno de los nombres de los temas nos gustaba como nombre del disco. Además “Mil razones para no dormir” es una frase del tema “Perfecto para la ocasión”, que es nuestro corte de difusión. Nos parece que es un nombre que sintetiza el mensaje de las letras de todos los temas.
El video que grabaron para “Perfecto para la ocasión” tiene 155.000 reproducciones en Youtube. ¿Qué les genera eso?, ¿están atentos al número de visitas?
Sí, vamos siguiendo las reproducciones, los comentarios. Acá ayudó un montón la publicidad que hace la compañía. De ese modo el video va apareciendo como sugerido.
¿Tienen pensado hacer otro video?
Sí, lo estamos charlando. No hay nada concreto, pero tenemos muchas ganas de hacer algo con “Sube la marea”. Es un tema que entró en el puesto 40 de los más virales de Spotify. Después subió al 17 y ahora desapareció.
Hablemos de Lollapalooza. Pero primero contanos brevemente qué es…
Es un festival de música que acá en Argentina se lo puede comparar con el Cosquín Rock, pero este es internacional, se hace en varias ciudades del mundo y tiene otra idea y otra estética. Hay música Indie, Rock, Pop, Electrónica.
Ustedes abrieron el festival, ¿a qué hora tocaron?
Tocamos de 12.30 a 13. Todo es muy puntual y organizado. Arrancamos con 50 personas y terminamos con 200.
¿Cómo siguió el día, después de tocar?
Nos quedamos, pero no pudimos ver casi nada. Nos dimos cuenta que al Lollapalooza vas como espectador o a tocar. Las dos cosas no se pueden, porque no te da el tiempo. Terminamos de tocar y una combi nos llevó, como un kilómetro, hasta el camarín. Nos dieron la comida y podíamos estar ahí solo dos horas porque tenés que dejarlo para otra banda. Después volvimos al campo, a las 15, y empezamos a hacer notas para revistas, radios, canales de música y se nos hicieron las siete de la tarde. La verdad que estábamos muertos y nos fuimos.
Cuando tocan en Buenos Aires o cuando estuvieron en la costa, ¿el público sabe qué va a ver o llegan de casualidad?
Nos pasó mucho, que nos subimos, armamos todo y la gente no nos da mucha bola. Después empezamos a tocar y les gusta y se quedan todo el show. Cuando terminamos nos vienen a saludar y nos preguntan por las redes para ver dónde nos encuentran.
El primer día en Pinamar llovía, y tuvimos que tocar adentro de un parador. Estaba toda la familia del Bebe. Hermanas, tías, primos, los hijos de todos. Fue un recital para la familia y estaban chochos.
El Bebe Contepomi es alguien muy importante para este presente de Joystick.
Sí, ya desde la época de Rock del País. Tanto él como los jurados: Hilda, Juanse y Moura. Al Bebe le encantó la banda desde el primer día. En estos momentos nuestra productora es “El bajo producciones”, de la cual él es el dueño.
El disco está siendo distribuido por Sony Music. Hace unos días pudimos ver en las redes sociales algunas fotos de un evento de Sony en donde estaban Abel Pintos y la Sole. ¿Cómo es el trato con ellos que son artistas consagrados y vienen de otro palo?
Con Abel Pintos nos pasó algo que no lo podíamos creer, porque él se acercó a nosotros. Él estaba rodeado de gente, yo paso caminando y me tira del brazo para agarrarme. Me quedé mudo. Me dice: “Vení, vení, los quiero felicitar, los vi y me encantó la banda. Me gusta lo que hacen, hablé con Marcelo Moura porque los vi (creo que se refería a Rock del País) y él hablo muy bien de ustedes. Lo llamé y lo felicité porque ustedes se lo merecen”. Yo mucho no le contesté porque estaba medio shokeado, lo saludé y me fui. Después nos sacamos una foto con todos los chicos y otra vez nos volvió a felicitar. La gente de Sony no lo podía creer porque dicen que es un tipo que no te regala nada, además es medio tímido. Pero también nos contaron que es un tipazo, re buena gente.
¿Y con la Sole?
Con la Sole hablamos. Tenemos a Emi, que es nuestro guitarrista, que es pariente lejano de ella. Nos acercamos a ella y nos tira: “¿quién es mi pariente?”. Ahí empezamos a hablar, nos dio algunos consejos y nos sacamos la foto. Re piola, buenísima la Sole.
¿Sabés si Sony tiene pensado difundir el disco en otros países?
Por el lado internacional mucho no sabemos. Sí estuvimos hablando con los distribuidores del interior. Hablé con un distribuidor de Chubut y me dijo que no le costó para nada hacer sonar la banda en las radios. También hablamos con uno de Salta y nos dijo lo mismo. Que al principio cuesta que te pasen los temas, pero con nosotros había sido fácil.
Volviendo a los pagos, van a estar en FESPAL y también va a estar Marcelo Moura, que fue jurado de Rock del País. ¿Van a tocar juntos? ¿Qué relación tienen?
A Marcelo lo conocimos en el programa, a él le copó la banda desde el principio. Incluso en el último programa dijo “perdón si alguien se ofende pero esta es mi banda favorita”. Después tuvimos un encuentro en Pinamar, él estaba en la playa. Nosotros habíamos ensayado un tema de Virus, “Pronta entrega”. Era obvio que se iba a subir. Así que tocamos juntos ese tema.
No tenemos nada armado para FESPAL, pero seguramente que haremos algo.
Pregunta complicada para la familia: ¿analizaron la posibilidad de irse a vivir a Buenos Aires?
Todo depende si conviene o no. Por ahora vamos en colectivo y llevamos los equipos aparte con algún transporte. Generalmente nos quedamos en algún hotel. Pero si empezamos a ir tres o cuatro veces por mes lo vamos a tener que analizar.


Integrantes de Joystick: Pano Benincasa, Pablo Grigolato, Mateo Sinicich, Augusto Tasello, Emiliano Sampaoli.

Cine y series

MUJER DE ARMAS TOMAR

“ELLE. ABUSO Y SEDUCCIÓN”

Por Lorena Bellesi / bellesi_lorena@hotmail.com

El experimentado director holandés, Paul Verhoeven, propone un intenso thriller psicológico con una protagonista cuya figura resulta ser omnipresente en la pantalla. “Elle. Abuso y seducción” (Elle) tiene un comienzo de fuerte impacto visual y emocional, ante la mirada impertérrita de su gato una mujer es violada despiadadamente por un encapuchado en su propia casa. En un acomodado barrio parisino de tradicionales casonas vive Michèle Leblanc (Isabelle Huppert, inmensa labor actoral), una dama refinada, exitosa e independiente. Sus largos cincuenta la encuentran divorciada, con un hijo inmaduro a punto de ser padre y al frente, junto con una socia, de una próspera compañía que diseña videos juegos. Lógicamente, luego del ataque sexual Michèle está alerta, sin embargo, jamás se auto compadece ni martiriza. ¿Cómo seguir? Como si nada. Continúa su habitual rutina sin desmoronarse, dirigiendo con severidad su empresa o cumplimentado los pasos de rigor posteriores a ese tipo de situación violenta. Su personalidad es poderosa, seductora, la convicción de sus movimientos la vuelve muy atractiva al sexo masculino. Ella lo aprovecha con descaro, cinismo, hipocresía e, incluso, perversidad. Exige a sus empleados una alta dosis de sangre y violencia en las nuevas propuestas lúdicas, con una estética totalmente realista aunque se trate de ogros. Parece ser que ese mandato se cohesiona con su propia existencia, con la imposibilidad de desprenderse de un árbol genealógico que determinó ser ella la hija de un asesino, de un psicópata repudiado socialmente cuyos despiadados actos la rozaron directamente. El mundo es un lugar horrible, lo siente, lo sabe, le sacará provecho. En cada ademán o comentario no disimula sus intenciones, sin pelos en la lengua escupe lo que piensa en el momento que sea, duela a quien le duela, familiares o colegas.
El deseo es la fuente principal de las conductas de la irritante Michèle, el deseo de poseer a su manera, de cumplir sus íntimos antojos. Frente a este desencadenamiento carente de culpa, por momentos, “Elle. Abuso y seducción” es un film incómodo, provocativo, debido a la recurrencia políticamente incorrecta del humor o al consentimiento de la manipulación tortuosa como vínculo interpersonal. Los 130 minutos de duración de la película extienden largamente un juego sin reglas, caprichoso y peligroso. Si juegas con fuego posiblemente te quemes.

ESTRENOS ABRIL
La renovada cartelera de abril asoma tímidamente por los cines argentinos:
  1. Personal shopper, de Olivier Assayas; Francia y Alemania; drama.
  2. El porvenir (L’avenir), de Mia Hansen Love; Francia; drama.
  3. Día del atentado (Patriot’s day), de Peter Berg; Estados Unidos; acción.
  4. La morgue (The Autopsy of Jane Doe), de André Ovredal; Estados Unidos y Reino Unido; policial.
  5. Frantz, de François Ozon; Francia; drama.
  6. Ejercicios de memoria, de Paz Encina; Paraguay; documental político.
  7. Rápidos y furiosos 8 (The Fate of the Furious), de F. Gary Gray; Estados Unidos, Francia, Canadá y Japón; acción.
  8. Maracaibo, de Miguel Ángel Rocca; Argentina; drama.
  9. La promesa (The Promise), de Terry George; Estados Unidos y España; bélica.
  10. Todo para ser felices (Tout pour être heureux), de Cyril Gelblat; Francia; comedia dramática.

HAPPY VALLEY
SERIE - BBC
La televisión británica, una vez más, produce una miniserie policial entretenida, lúcida, intrigante. Con irónica intención el programa fue bautizado “Happy valley”, pero de “Valle feliz” hay muy poco en la pequeña localidad de West Yorkshire. Sucede que el show televisivo conjunta los elementos típicos del género policial con una gran dosis de drama. En este caso, la protagonista absoluta es la sargento de policía Catherine Cawood (Sarah Lancashire, estupenda), una experimentada agente con una situación familiar compleja y dolorosa: sobrelleva como puede la pérdida de una hija –poco a poco el espectador se irá enterando de los siniestros pormenores que rodean su muerte-, su  divorcio, la crianza de su pequeño nieto. Plenamente responsable en su función pelea por una comunidad libre de drogas y violencia. Comparte su casa con su hermana Claire (Siobhan Finneran), una adicta en recuperación, sostén incondicional de Cathe. En ambas temporadas –doce capítulos en total-, la investigación del caso se superpone con la dura historia personal de la agente, quien atraviesa fuertes crisis al  esforzarse por no mezclar lo personal, su deseo de venganza, con el deber. La justicia es un valor anhelado y discutido. En “Happy valley” los delincuentes son los vecinos, aquellos ciudadanos con un aparente trabajo digno, quienes, acorralados, toman malas y funestas decisiones. El clima se vuelve asfixiante e irreversible hasta que todo irremediablemente estalla. En Netflix, por ahora, están las dos temporadas. Posiblemente tengamos más adelante nuevas desventuras de la entrañable Catherine.


Libros p/grandes y chicos

LOS ECOS PROFUNDOS

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN



Por Julieta Nardone


El poeta y periodista argentino Raúl González Tuñón (1905-1974) nació en el barrio porteño de Once. Con menos de 20 años publicó sus primeros versos, reunidos más tarde en El violín del diablo (1924), en los que manifiesta su preferencia por la cofradía de los suburbios. El ambiente marinero y prostibulario aparece con cierto aire malditista, en trato constante con el sentimentalismo, la fatalidad y una soltura sin jactancias. Revuelto paradójico de la periferia… En La calle del agujero en la media (1930) ya encontramos un entusiasmo más audible: “Tú crees todavía en la / revolución / y por el agujero que coses en tu / media / sale el sol y se llena todo el / cuarto de luz”. Allí deja al descubierto la ductilidad de su voz; escandida con una intensidad metafórica que nos lleva por la marea errática de aquellos espíritus con los que experimenta un caudal de vida enorme. Por cierto, el poeta estuvo vinculado al Grupo Florida por compartir el interés estético, sin embargo, es notoria también su proximidad a los de Boedo (militantes de izquierda en su mayoría) debido a sus preocupaciones políticas y sociales. Vivió en París y en Madrid, y esa manera de andar, ávida de cosmopolitismo, aligeró su pluma para tocar más directamente los temas civiles: trazos que van esbozando un compromiso social cada vez más definitorio. Así, La rosa blindada (1936) se presenta como la ratificación de una serie poética que por ser de alto voltaje ideológico, rara vez cede a las tentaciones del discurso argumentativo.
Transitaba todo tipo de márgenes, fascinado por los vagabundos y pícaros seres, amante de los revolucionarios. Goce, placer, desgarro existencial, dolor ante las pérdidas inevitables. Asimismo, un don de ver y experimentar lo infinito en las cosas más pequeñas. Recordemos el poema “Canción para vagabundos”, que resucita hasta a los más dormidos con “todo nos falta en el mundo / todo, menos la alegría…”, y aquel cierre que convoca enfáticamente “prosigamos, si Dios quiere, nuestro camino sin Dios, que siempre se dice adiós y una sola vez se muere”.
Sus palabras sobreviven sin achicar resonancias, y aventuremos, perdurarán por siempre porque -sea la época que sea- no dejará de presentarse como actual. Van dos demostraciones: un ícono del rock y otro del tango rubricaron de música los fraseos y ritmos inolvidables de sus textos.
Miguel Abuelo: Del orfanato a la gloria, de la cárcel a llenar estadios como líder de Los Abuelos de la Nada, de una vida signada por altibajos a convertirse en uno de los creadores de un sonido original que sigue vibrando los cuerpos. Sus escritos fueron memorables y sus poesías, compañeras de sus búsquedas y una constante inspiración para crear canciones. Interpretó genialmente el último poema citado de González Tuñón. Su amor por la libertad, los amigos, el arte, el peregrinaje, es también, como en el poeta, una invitación a mirar los pasillos laberínticos de uno mismo.
Tata Cedrón: Si de músicos populares hablamos, pecado mortal sería no mencionar al glorioso cuarteto del Tata. En los compases del dos por cuatro y esa voz que a veces parece salida del fondo de la noche más triste, y otras, en cambio, de una caja musical de kermés… con esa voz, decíamos, nos canta a Tuñón. El disco incluye también, fragmentos de una entrevista muy cálida realizada al poeta en su vejez.


LITERATURA PARA NIÑOS

LOS TRES DEL MES
EL CLUB DE LOS PERFECTOS (Graciela Montes): De la colección El pajarito remendado (Colihue), les traemos un breve cuento con ilustraciones de Eleonora Arroyo. Una historia de barrio, que indaga la extravagancia de la perfección congregada en un club porque todo el mundo sabe que a los Perfectos sólo les gusta charlar con Perfectos: “…no son miedosos ni confianzudos. No se ríen a carcajadas ni lloran a moco tendido… hay que reconocer que no eran muchos que digamos”.
ORTOGRAFÍA EN JUEGO (Silvia Shujer): De la A a la Z, el libro (Sudamericana) ofrece una divertida manera de memorizar la “normativa” en la escritura. Sopa de letras, adivinanzas, trabalenguas, crucigramas, versos, y muchas otras ocurrencias. Recomendado para chicos a partir de los nueve años.

DOS VECES BUENO (Cuentos breves de América y España): La microficción es un buen antídoto para la dificultad de concentración que hoy afecta a los jóvenes ante el encanto magnético hacia la tecnología. Esta colección, cuyo antólogo es Raúl Brasca, reúne los relatos más consagrados en nuestra lengua.

De reojo / Querido diario II

Por Sebastián Muape / sebasmuape@gmail.com



Cansado de ser un hacedor de fracasos, perturbado por haberme graduado en el arte de fallar, decidí esta mañana, minutos después de volcarme el mate caliente sobre el pecho, darle un vuelco rotundo a tan penoso andar. Y como en el país de la protesta, ningún reclamo puede salir mal, pergeñé un riguroso plan y salí a la calle a boquear. El Féculax, al parecer, estaba vencido, porque me erupcionó desde el cuello hasta las orejas. No me importó. Subí al auto y encaré para los bosques de Palermo. Elegí una parcela cerca del lago, a la sombra, y marcándola con cintas de nylon intenté adueñármela; al ratito se acercó un guardia acompañado de una mujer policía: es que no tengo vivienda, me anticipé. Discutimos inútilmente hasta que la insensible dama del orden, me espetó: si querés una casa andá a laburar, vago de mierda. ¿Ah sí? me dije, listo; derechito para la  9 de Julio, hora pico. Atravesé el auto en el segundo semáforo, no me importaron las puteadas a todo mi árbol genealógico, soy inmune a la crítica. A lo que no pude inmunizarme, es al bastonazo que me calzó el de la montada en la espalda. Desde el día en que me equivoqué de tribuna, que no la ligaba así. ¡¿Qué hacés, idiota?!, me maltrató el tipo, mientras el caballo, de culata contra el auto, me lo tapaba de bosta. El agente de tránsito me explicaba lo de la fotomulta espontánea, cuatro dígitos. Demás está decir que no me dejé doblegar, minutos más tarde intenté colgar un pasacalle con una leyenda anti-sistema. En eso vinieron dos zanquistas re calientes (uno la tenía tan clara que hasta me tiró un patadón), un malabarista con antorchas encendidas y el del monociclo pintado como un payasito, con nariz roja y todo, me avisó de muy mala manera que no era conveniente que rompiera las pelotas justo en esa esquina, donde se acostumbraba a dar buenas propinas. Un mimo me hacía señas, en evidente apoyo a la postura del payaso anterior. Estaba haciendo un bollo con el pasacalle, cuando escuché que una nenita le decía a la madre: ¡mirá mamá, escribió “corrupción” con s! Algunos pibes son insoportables. Trascartón, el del camión de basura: ¡Ey bobo, el plástico va en el otro contenedor, aprendé a leer! Reconozco que mis ínfulas fueron mermando, pero de ninguna manera iba a bajar los brazos. Deambulé unos minutos, como para asestar el golpe definitivo y hacia allá fui. Me encadené en la puerta del ministerio, que estaba cerrado a pesar de la hora. Se empezó a juntar gente, una señora muy mayor me hizo saber que me había ubicado en la fila de los jubilados; otra vez con este tema por favor no, pensé. Así que para darle más sustento a mi momento, me esposé e hice un dramático pedido para que venga una cámara del noticiero. “No te van a dar pelota, lo de las cadenas ya es cuento viejo”, me soltó un envidioso que pasaba por ahí. Dos pendejos pungas, al verme indefenso, me sacaron la billetera con los documentos del bolsillo de atrás y los pocos mangos que me quedaban después de coimear al de tránsito. Un tercer pendejo elegía de entre los cassettes que llevaba en el auto: ¡mirá guacho, este gil escucha Pimpinela!, le comentaba a su compañero. Me impuse un último intento. Sumado a una marcha que pasaba por ahí, fui comentando mis intenciones; cuatro palabras escuché, en repetidas ocasiones: 1-qué, 2-carajo, 3-me, 4-importa. No se me había ido todavía la hinchazón de las orejas, cuando volvía mascullando bronca y de a pie, porque al auto, claro está, se lo llevó igual la grúa municipal.

Antro musical / La década oscura II

LOS ‘80

Por Nico Raterbach


Los ochenta son muy extensos como para una sola columna. También los 70,  pero debo reconocer la empatía que me genera la década oscura del rock. Y el placer, por supuesto.  Aclaro que Phil Collins nunca tocó en Yes,  error cometido en la columna anterior. Si bien nunca fui amante de los productos musicales del rock sinfónico como del pseudo hard rock del baterista, me disparó la pregunta: ¿cómo pude enredarme en esa confusión? Si repasamos la década, lo que proponía el establishment que había caído en la cuenta de que el mundo estaba huérfano de los Beatles, eran baladas aceleradas algunos tempos y no tanto. Con algunos virtuosos se podía construir el éxito de marquesinas y de dólares o procesar bandas en la picadora de estrellas de rock fugaces del tipo “one hit wonder” (maravillas de un solo éxito). Los desafío impunemente a que tarareen otra canción de Europe que no sea “La ultima cuenta regresiva”. Hacia la segunda mitad del decenio, a pesar de todos los intentos de Hollywood y del Rock in Rio, del Live Aid,  nos dábamos cuenta de que el rock era nuevamente y al menos por arriba, un bodrio maquillado, refrito de la década anterior que todos querían superar, un producto empujado por mucho marketing y poco corazón. Y que el mismo mundo era lo suficientemente desagradable como para empeorarlo con posters flúo. El “no future” punk había llegado, hacía rato. En España por ejemplo, una epidemia de heroína, acompañada por el recién descubierto H.I.V., descabeza prometedores exponentes del rock radical vasco. En Europa, específicamente en Inglaterra, la falta de sol se empezaba a notar. Lo lúgubre teñía todo. En Bélgica florecen las discos y de la mano de una accesible electrónica, los jóvenes empiezan a componer música por ordenador y sintetizadores. Subestimar este interesante fenómeno y a esos aventureros y experimentadores, sería negar hoy a Chemical Brothers. Los circuitos under comenzaban a repetirse y perdían el ímpetu, tanto del estanco cultural y de la mixtura al salir de este. Damas y caballeros, el rock agonizaba nuevamente en un hartazgo de solos de guitarra, de peinados ridículos y de poses y actitudes que uniformaban a las estrellas. El pulso débil lo mantenían algunas bandas  frescas de Manchester y unos pocos en Europa. Dice una teoría que la vida se originó del sol. Que nada puede venir del frío. Pero en Seattle, donde el tornillo se siente, y los campus universitarios tienen radios FM, empezaron a circular cassettes piratas de una banda que era todo menos taquillera. La música y las letras parecían salir de una existencia atormentada,  de la náusea misma y de las ganas y la impotencia de acabar de una vez por todas con las miserias humanas. Creo que a Camus le hubiera encantado Nirvana, la banda a la que estoy refiriéndome. El rock, una vez más, a la tercera década, había resucitado y caminado entre nosotros. Tal vez, el mérito de reconocerle a los 80  ser el germen de lo que vendría después, es un sucio ardid para negar al decenio. El bajo de Novoselic en “Love Buzz” sincroniza el corazón del que escucha la canción. “Blew” genera deseo de que el mundo acabe y se despedace mientras desgarra la garganta de Cobain. Los bucólicos y desesperanzados del mundo tenían quien les cante. Aquellos que no, despertaban del sopor y sentían en carne propia las miserias del universo en su música. El rock volvía a la rabia. El parto escatológico y oscuro del rock, había tenido lugar durante el oscurantismo del rock. Corría el año 1989 cuando era editado “Bleach”, la segunda patada en el culo al rock y primera gema de Nirvana.


Novelando casos / La dama de gris

Por Carina Sicardi / Psicóloga / casicardi@hotmail.com

La dama de gris estaba parada frente a mí. No la vi, ella se encargaba de que así suceda; se mimetizaba con la gente, tanto, que se volvía invisible. Su rostro blanquecino contrastaba con el cabello demasiado oscuro y corto. Flaca y desgarbada, sostenía una carpeta enorme. Esto lo descubrí después, cuando comencé a encontrarla más allá de ella.
Llegó al consultorio por derivación del médico clínico, sin motivo aparente comenzaba a sentir que no podía respirar, que se moría.
Laura tenía casi 30 años y vivía con su mamá. Completaba la familia una hermana mayor, Leticia, casada con Gabriel, quienes tenían a Tomás, su hijito del corazón y dueño, desde que llegó, de los tiempos y las miradas de los cuatro.
Antes de que naciera Laura, la suya era la clásica “familia tipo”: Elena, Julio, Leticia y Adrián. Pero esa imagen soleada iba a atravesar la peor de las tormentas. Una tarde de verano, mientras la diversión era la reina del natatorio, el agua, aprovechándose de la inexperiencia del pequeño Adrián, se lo llevó para siempre, alejándolo de ellos y dejando un vacío insoportable.
Al año de ese acontecimiento, nació Laura, en una historia que no la esperaba a ella sino a Adrián, el hijo amado y perdido irreversiblemente, con un dolor tan insoportable, que no permitía aceptarlo… ni aceptarla.
Elena, llena de oscuridad, se refugió en la parte más dura de la religión, esa que juzga y señala, inhabilita y lastima. Julio comenzó a alejarse, de a poco, casi sin darse cuenta ni ellos de su distancia. Ya nadie lo miraba salvo Laura, buscando a la vez su mirada, una palabra que la constituyera, algo que fuese sólo para ella, un abrazo en el que pudiera descansar. Sí estaba ese abuelo que, sin cuestionar nada, desafiaba soles y vientos para devolverle el cariño que la niña le regalaba a diario. 
Doce años pasaron hasta que Julio se fue un día y nunca más volvió a la casa, donde quizás, había soñado con ser feliz. Pero el paisaje había cambiado ya.
Entonces el sexo comenzó a ser el mayor de los pecados, eso que, según el discurso materno, se había arrebatado a su papá…
Así la encontré en la vida, con casi 30 años sin conocer el placer del sexo, y de casi nada. ¿Cómo habilitar al placer con la Inquisición centrada en su casa, cuyas mayores representantes eran su mamá y su hermana, su única familia?
Algunas circunstancias la llevaron a tener que tomar decisiones que comenzaron a colorear su vida. Y la soledad en la que trabajaba cambió, permitiéndole ser parte de un lugar donde conocer gente nueva a cada momento, era una de las características principales. Casi no era posible sostener la estructura del “convento familiar”.
Allí apareció Sergio, para nosotras, el señor puntano. Un seductor que conquistó el corazón virgen irrumpiendo descaradamente, quizás la única manera de llegar a ese amor custodiado por dragones.
Pero para romper estructuras, había que hacerlo con todo. Sergio era casado y un amante avezado y excepcional, que la ayudó a descubrir el fuego interior y sopló hasta hacerlo crecer casi sin límites. Muy caro fue el precio que su familia le pretendió imponer por la osadía. Ella quería pagar, pero ya era imposible. En ninguna de las dos historias se podía volver atrás.
Por eso Laura hoy, logró vivir en otra casa, en su hogar, con un buen trato familiar hasta que intentan invadirla… ya no lo permite. Con un padre, vivo aun, con quien se debe una charla para obtener algunas respuestas; y con el desafío de perder el miedo de volver a enamorarse, esta vez sólo por ella.

   

Nota central / La salud, no es lo primero

¿SABEMOS LO QUE COMEMOS?

Por Alejandra Tenaglia

Tendencia al sobrepeso detectada en los niños que se encuentran en edad de escolaridad primaria aquí mismo en Chabás. Profesionales de la salud, nacionales y extranjeros que afirman que la epidemia de la obesidad es ya una pandemia. Y un factor fundamental a detenernos, entre otros que también entran en juego: lo que comemos. Productos que contienen sustancias adictivas para generar cada vez más consumo, porque lo que importa y lo primero, no es la salud sino el dinero…


Malcomidos
“¿Por qué las vacas ya no comen pasto? ¿Desde cuándo los criadores de pollos no comen pollo? ¿Qué peligros esconde una ensalada? ¿Qué hay detrás de cada delicado plato de sushi? ¿Cuáles son los ingredientes secretos en los alimentos procesados? ¿Qué relación hay entre la falta de trigo, la exclusión social, el asesinato de indígenas y las catástrofes naturales? ¿Por qué cada día hay más obesos, más diabéticos, más hipertensos y más enfermos de cáncer?”
Estas preguntas, esenciales quizás para empezar a tirar de la cuerda que nos permita algunas respuestas sobre la realidad actual, figura en la presentación del libro “Malcomidos”, de Soledad Barruti, publicado en 2013. Libro que se estructura en Partes que a su vez se subdividen en Capítulos, conteniendo crónicas de entrevistas que ha ido realizando la periodista bonaerense, investigaciones donde ha puesto el ojo, ejemplos con nombres y apellidos, estudios a los que ha recurrido, cifras y citas, sumando notas aclaratorias al final de la obra y una larga lista de fuentes bibliográficas que sustentan las aseveraciones que allí se encuentran. Se puede coincidir o no, con las opiniones que también contiene el libro, pero los invito fervientemente a leerlo completo y así conocer, la trama que se esconde detrás de lo que se nos ofrece como “alimentos”.

Introducción al problema
Ya en la Introducción del libro, la autora nos tira sobre la mesa (precisamente), el intrincado panorama que abarca tanto al sector público como el privado, con un solo objetivo a la vista: el dinero; y con víctimas y victimarios pertenecientes a una misma especie. ¿No es ya paradójico ese comportamiento “humano”?
Veamos lo que dice Barruti:
“…en todos los rincones de nuestro país hay personas que alertan sobre los efectos que está teniendo: biólogos, ingenieros agrónomos, químicos, médicos, sociólogos, antropólogos, nutricionistas, empresarios, cocineros, víctimas, activistas y periodistas independientes que trabajan denodadamente para dejar en evidencia las graves consecuencias de nuestro sistema productivo industrial.
La carne que comemos tiene cada vez más grasas saturadas, antibióticos y Escherichia coli.
Los pollos y huevos, menos nutrientes y más bacterias.
Las frutas y verduras están repletas de venenos peligrosos que casi nadie controla, pero que tarde o temprano nos llegan a todos, incluso a los que comen frutas y verduras orgánicas.
Cada vez quedan menos peces en los ríos y en el mar.
Los feedlots, criaderos intensivos de cerdos y galpones de pollos y gallinas son grandes y crueles ciudades de animales que contaminan el agua y la tierra con residuos químicos.
La soja está destruyendo los suelos: a los pampeanos los expertos les dan 30 años de vida fértil y a los del norte, 10.
Los bosques están en extinción: queda menos del 30 por ciento de lo que había originalmente y cada hora desaparecen 36 canchas de fútbol de árboles nativos que mayoritariamente terminan ocupados por soja; lo que genera efectos directos sobre el clima, las sequías, las inundaciones, la biodiversidad y la vida de quienes intentan sobrevivir en ese ecosistema.
Los casi 300 millones de litros de agroquímicos que se utilizan por año en el país están intoxicando hasta la muerte a las 12 millones de personas que viven en zonas rurales.
Tierra adentro el movimiento más grande es la migración a las periferias urbanas: a villas miserias, a barrios sociales, a las banquinas de los campos. A lugares donde nadie tiene demasiado que hacer más que esperar recibir la ayuda del Estado. Una ayuda que se solventa con el ingreso económico que genera el mismo sistema productivo que los expulsó, alimentando un círculo vicioso que, de seguir, va a ser fatal.
Porque lo que se pierde cuando desintegran esas culturas no sólo son personas sino también sus saberes: cómo cultivar la tierra sin químicos ni semillas multinacionales, cómo cuidar plantas y animales, cómo consolidar una cultura productiva local, autosustentable, que alimente.
Este libro es un viaje a través de todas esas situaciones. Parte de uno de los alimentos que más cambió en los últimos años (el pollo) y recorre pueblos que parecen fábricas industriales, granjas de animales que por dentro son campos de tortura, criaderos vigilados como si escondieran negocios ilegales, cultivos venenosos y lugares que no tiene que ver únicamente con animales, granos y plantas, sino con políticas de Estado, con lógicas de mercado, con planes, con publicidad y marketing, y con turbios negocios que se cocinan a nuestras espaldas.
Este libro es entonces una denuncia, un reto y una invitación. Para quienes quieren recuperar el placer de la comida y creen que el conocimiento es el único camino. Para quienes quieren un país más sano, más justo y que no remate a su población, su tierra y su cultura en pos de una ganancia económica inmediata. Para quienes intuyen que están siendo malcomidos y quieren apostar por otro rumbo en el que eso no suceda nunca más”.
Es difícil resistir a la tentación de leer el libro, después de semejante presentación.

Obesidad y alimentos
Haciendo hincapié aquí en el tema que nos convoca, que es la salud y su inseparable relación con los alimentos, veremos que se nos advierte como simples y manejables máquinas traga-todo lo que se nos ofrezca, recurriendo para ello tanto al marketing como a artilugios mucho más dañinos y de los cuales es más difícil escapar, como la incorporación de sustancias adictivas en los productos. Barruti también refiere a ello en su libro:
“Hay estudios que muestran truculentas similitudes entre el consumo de alcohol, morfina y nicotina y el consumo de azúcar: nos provoca tal placer que no podemos escapar de él. Hay estudios que muestran cómo la sal y las texturas crocantes nos hacen pensar en que estamos haciendo algo incluso mejor que comer cuando comemos y no podemos parar de hacerlo. Hay estudios que comprueban que casi ni notamos las calorías cuando son líquidas y que por eso podemos tomar jugos sintéticos, cafés que parecen postres o gaseosas hasta estallar. Hay polémicos hallazgos de cafeína (sustancia que genera una gran dependencia) en productos como papas fritas, jugos sintéticos y chupetines, cuya presencia ahí no pueden justificar.
Así, mientras la industria sostiene que sus elecciones están basadas en darle al cliente lo que al cliente le gusta, y que el cliente es un individuo al mismo tiempo libre y responsable de sus decisiones, cada vez hay más chicos obesos y a una edad más temprana, adolescentes con relaciones más que conflictivas con la comida y adultos desesperados que se sienten culpables por hacer eso que se les pide todo el tiempo que hagan: comer, no dejar de comer”.
Aporta también datos sobre la ligazón entre enfermedades y alimentación:
“Según la Organización Mundial de la Salud, al menos un tercio de los cánceres que afectan a la población son producto directo de la dieta actual.
La diabetes tipo 2 (la que no es genética sino adquirida y afecta al 90 por ciento de esos enfermos) se esparce por niños y adultos como una pandemia que aumenta los índices de ceguera, discapacidad por amputación, infertilidad y muerte temprana. Con más de 300 millones de personas afectadas actualmente (en un índice que lideran las personas con menos recursos), la OMS calcula que para el año 2030 esa cifra se duplicará.
La obesidad afecta en el mundo a más personas que el hambre: 1500 millones de obesos contra 1000 millones de famélicos. Y la enfermedad -lejos de poder ser leída como un factor de la riqueza- es otra cara de la malnutrición que aflige más fuertemente a los pobres que a los ricos.
‘La epidemia de obesidad es ya una pandemia’, dice el pediatra y endocrinólogo estadounidense, especialista en obesidad infantil, Robert H. Lusting: uno de los profesionales más renombrados entre los dedicados a desentrañar cómo salir de la encrucijada y encontrar dónde se originó. ‘Tenemos una epidemia de bebés obesos, ¿le dirían también a un bebé que tiene que comer menos, que reprima su voracidad o que tiene que hacer más ejercicio?’
Ni siquiera se trata sólo de calorías, dice Lusting. Se trata de sustancias que están puestas ahí adrede, para hacernos comer y tomar y absorber las calorías que se sobreproducen.
Volviendo a los victimarios y a cómo logran hacer que sigamos metiéndonos cosas que nos dañan: ‘Yo lo llamo la Conspiración C. Cola -dijo Lusting en el programa The Skinny on Obesity de la Universidad de California para graficar en un solo ejemplo cómo funciona el asunto. La C. Cola tiene cafeína, que es un estimulante mental y un diurético: eso es que te hace orinar agua. Tiene 55 mg de sal por lata: es como tomar pizza. ¿Qué sucede si tomás sodio y orinás agua? Te da más sed, claro. Entonces, ¿por qué tiene tanta azúcar la C. Cola? Para ocultar la sal. Más sal y más cafeína: ellos lo saben’.
Con fórmulas como éstas, empresas como el gigante de las colas –añade Barruti- han logrado aumentar los recipientes de sus productos en más de un ciento por ciento en los últimos 40 años, haciendo que una persona tome en un cine un vaso con más de 40 cucharadas de azúcar, sustancia que por supuesto se transformará en grasa después de encender inútilmente los motores de nuestro cuerpo que permanece echado en su butaca.
Las gaseosas y los jugos pueden incorporar, según el tamaño del vaso, entre 500 y mil calorías. Por eso son señalados hace ya varios años como los mayores responsables de la obesidad que carga al planeta.
El éxito de la comida procesada es tan grande que en la última década la industria logró aumentar sus ventas a nivel global en un 92 por ciento, contagiando de entusiasmo a quienes sostienen que todo vale con tal de mantener aceitado el engranaje de la economía.
En el lanzamiento del Plan Estratégico Agroalimentario, por ejemplo, CFK habló sobre un tubo de papas fritas Lay’s transmitiendo orgullo nacional detrás del valor agregado que una empresa multinacional había logrado poner sobre las papas: grasas, sal, químicos y un envase difícil de biodegradar en los próximos miles de años. Lo que la presidenta celebraba era todo el trabajo detrás, claro. El problema es que al tratarse de alimentos, ¿es políticamente responsable seguir alentando a la sociedad a llenarse de calorías para mantener el sistema?”

Hay que alimentar al mundo
También este mito derriba Barruti en su libro, con un argumento difícil de rebatir.
“No se puede hablar de comida sin hablar antes de hambre cuando el argumento es éste: la superproducción, las semillas transgénicas y las granjas industriales de animales hacinados es lo único posible si se quiere que todos coman.
Ahora bien, si es así: ¿cómo se explica que haya hambre entre los pobladores de los mismos lugares que producen la comida? ¿Cómo se llega a eso en las zonas más fértiles de un país que abraza como destino el de volver a ser un granero del mundo?
En Chaco casi el 20 por ciento de la población vive bajo el nivel de indigencia, 15 mil chicos menores de 15 años están desnutridos, mal nutridos o anémicos y la población ha organizado marchas del hambre para que el gobierno reaccione. Todo eso mientras las cosechas son récord, y el desalojo de campesinos e indígenas para que los cultivos a gran escala puedan seguir avanzando se convirtieron en cosa de todos los días.
Entender lo que pasa en Chaco es entender por qué la superproducción y el hambre están íntimamente relacionados pero de un modo perverso: el contrario al que nos que quieren hacer creer”.

Acá nomás
La Comuna de Chabás ha informado que redobló el apoyo a los Talleres Saludables que se realizan en las escuelas, teniendo en cuenta los resultados que mostraron los profesionales de la Facultad de Medicina de la UNR, obtenidos a través de las visitas a los establecimientos educativos primarios a fines de 2014, cuando se realizó en la localidad el Campameno Sanitario, los cuales señalaban una tendencia al sobrepeso. En esos talleres se enseñan hábitos saludables, ligados precisamente a los alimentos. Dichos talleres vienen en realidad, realizándose desde hace unos años, lo distinto es la preocupación que el Presidente Comunal Lucas Lesgart manifestó sobre el tema y la intensificación del plan de trabajo para enfrentarlo.
Es una política a destacar, sobre todo tratándose de niños, a quienes es bueno inculcarles desde pequeños buenos hábitos para así velar por su salud, y porque ellos serán nuestros profesionales y gobernantes mañana. Ahora, es indispensable además una reflexión también de los adultos, un sentarse a meditar el asunto y romper la inercia que nos arrastra (diseñada específicamente para ello), hacia un lugar no grato.
Es bueno destacar que hay mucha gente, que de a poco, comienza a salir del ensueño que provoca el sistema e inicia un camino alternativo al que impulsa la marea con su fuerza agresiva. Pero esa mucha gente es nada en relación a la otra muchísima gente más que, o es parte del juego en donde el rey es el dinero y nada más que ello importa; o no quiere saber nada del tema porque reconoce que lo abruma y aterra; o se deja llevar por el discurso de quienes descalifican a todo aquel que diga algo en contra de lo impuesto, llamándolo “ambientalista”. Como si el serlo, en su caso, fuera malo; ¿lo malo no es acaso ser una persona a la que no le importa si los que lo rodean se mueren o enferman, como consecuencia de su accionar en pos de billetes?
Los alimentos pichicateados sin piedad, los problemas de salud y las mismas inundaciones que tantas veces sufrimos en Chabás, entre otros impactos ambientales, están ligados entre sí nada más y nada menos que por la euforia por amontonar dinero. Cada vez más, en menos tiempo. Cada vez más, en menos tiempo. Cada vez más, en menos tiempo. Aunque eso implique hacerles miserable la vida a los demás (sobre todo a los más pobres que no pueden acceder a alimentos menos nocivos); o incluso habilitarle, a través de enfermedades, más caminos a la muerte. Como si el aprender tantas cosas para lograr superproducción de riquezas, les hiciera olvidar algo tan básico como fundamental: sin salud, ¿cuánto vale el dinero?