Como si estuviéramos solos - Mayo 2º



Por Carina Sicardi / Psicóloga
casicardi@hotmail.com

Cuando me convocan para dar una charla, experiencia que pasó a ser cotidiana desde las escuelas que necesitan encontrar respuestas a tantas preguntas que surgen a partir de las diferentes realidades que los niños les presentan a diario, lo primero que  me pregunto es qué tengo para decir. Qué puedo aportar desde los saberes que fui adquiriendo en mi vida, a tantos interrogantes.
Entonces, empiezo por el principio: el título. Parece en sí mismo, lo más fácil, porque es corto, inspirador de lo que vendrá. Pero en mí, genera más de un cuestionamiento. Tiene que ser tentador, para que la gente quiera saber de qué se trata, no muy rebuscado, entendible pero no repetitivo, lindo pero no mediocre… Mucho, ¿no?
Entonces les pregunto, sobre qué quieren que hable: falta de atención, falta de límites, falta de hábitos…
Si yo encabezara la charla enunciando: Señores Padres, los invitamos a una charla sobre “las faltas”, ¿cuántos creen que irían?
Hay palabras que convocan, otras que espantan, quizás sean de las que no queremos saber todavía… o de tanto escucharlas ya perdieron su sentido.
Hoy quiero hablar de corrupción, pero no desde un sentido académico, sin diccionarios ni grandes definiciones. Hoy quiero hablar de aquellos pequeños actos que por ser cotidianos (“si todos lo hacen…”) ya los hemos incorporado como parte de nuestros valores.
A diario enfrentamos situaciones que nos presentan la posibilidad de transitar, como mínimo, dos caminos diferentes, desde el comienzo…
¡Me quedé dormida! ¿Asumo la responsabilidad de llegar tarde al trabajo o culpo a la niñera, puntual como pocas? Total a la niñera no la conocen…
Mi hijo se olvidó de comprar un mapa, ¿lo insto a que espere en la librería su turno o lo acompaño y logro, con mi presencia de adulto, que nos atiendan antes que a los demás niños?
Llegamos a la escuela, ¿estaciono a dos cuadras como corresponde o me sumo a la ya numerosa cantidad de autos parados en doble fila?
Paso por la panadería. Mientras la empleada prepara mi pedido, busco en mi billetera y encuentro un billete “sospechoso”, ¿lo cambio por otro o lo mezclo con el cambio y “si pasa, pasa”?
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia… El “colado” en las filas; la basura en el suelo, “total”…; el reintegro que nunca llega; el turno que solicito y no respeto; los medicamentos que pido porque son gratuitos, sin pensar que, detrás nuestro, quizás llegue otro que los necesite y no tenga más opción que esa que terminamos de arrebatarle…
Mal enseñado y mal aprendido eso de “yo primero”, porque se ha convertido en “yo el único”…
Corruptos somos desde el momento en que no podemos pensar más que en nosotros mismos, y utilizamos el derecho del otro como propio, y no nos asumimos como parte de una sociedad que funciona con y no en contra o a pesar del otro.
Cuando aceptamos la ilegalidad porque “lo hace la mayoría” o los gobernantes…
Cuando exigimos rampas para aquellas personas con capacidades diferentes y después estacionamos frente a ellas obstaculizando cualquier posibilidad de tránsito.
Cuando no nos preocupamos porque a nuestros hijos se les terminó el papel glasé, total alguien siempre lleva de más…
Cuando se compran objetos robados, cuando se vende ropa trucha diciendo que es de primera, cuando se rebaja un producto con agua, cuando se cambian las fechas de vencimiento, cuando se vende un plan cuidando de no leer la “letra chica”…
Simplemente, cuando decidimos vivir como si estuviéramos solos, es decir, sin importarnos nadie más que nosotros mismos.

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