ESTAMOS EN UNA
SOCIEDAD ENFERMA
Por
Ana Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Desde
España
La familia de
Miguel viene de Pitarque, un pueblito de la provincia de Teruel, desde donde se
trasladaron a Barcelona para buscar alternativas laborales. Miguel trabajó en
una empresa alemana de montajes de radiotelevisión y cuando cerraron (para
trasladar la producción a Marruecos) él montó un supermercado, luego una
frutería y finalmente la zapatería. Hace once años se hizo zapatero porque el
trabajo que le ofrecían a esa edad no le permitía vivir y su mujer tampoco
estaba trabajando. Es zapatero remendón, como se autodefine, por circunstancias
de la vida y, a mi modo de ver, por un espíritu de supervivencia y un tesón considerables.
Un hombre trabajador de los de antes, cuando aún no escaseaba y si te
esmerabas, te podías ganar la vida. Siempre fue un “manitas”, le gustaba hacer
arreglos en casa y por eso, quizás, también estudió electrónica. El año pasado
le llevé a Miguel unas botas (argentinas aunque made in China) y no me quiso cobrar porque decía que su arreglo no
era fiable, ni tan solo la mano de obra, por mucho que insistí… nada. Todavía
están perfectas. Hacía años que no era testigo de tanto afán y honestidad por
el trabajo bien hecho. Transcurre nuestra charla entre atender a los clientes,
responder a consultas y saludar a los amigos del barrio.
¿Cómo
aprendió el oficio?
Compré las
máquinas y el señor que las vendía me enseñó durante tres meses y me arriesgué,
luego vas perfeccionando. Lo mismo con las llaves, compré la máquina y empecé.
¿Se
gana bien la vida como zapatero?
Antes se
ganaba muy bien, cuando existía un calzado de verdad. Pero ahora todo es de
molde, la suela es mantequilla y no se puede arreglar. Se han cargado el
comercio del calzado y al pequeño comercio en general.
Pero
¿le gusta?
No me gusta
demasiado, me entretengo, pero son demasiados problemas con los clientes, son
muy exigentes, siempre regateando los precios y con la crisis todavía más.
¿Con
la crisis no le piden más arreglos en lugar de comprar zapatos nuevos?
No, ¡qué va! Los
clientes piden todo más barato. Les gusta lo barato y si se rompe, se compran
otro. Van a los chinos y se compran otro par diferente.
¿Qué
le piden más?
Milagros. Qué
hacer con un zapato un número más grande, por ejemplo. Si le das una solución
entonces preguntan que qué les vas a cobrar, no quieren pagar lo que vale. O un
zapato heredado demasiado pequeño con el que no puedes hacer nada.
¿Hay
diferencias entre los hombres y las mujeres?
Principalmente
mis clientes son mujeres. Sólo vienen hombres de oficina. El resto sólo lleva
deportivas. Antes todos usaban zapatos, hasta los niños en el colegio, pero ya
no.
¿Le
recomendaría a alguien que fuera zapatero?
No. Una vez me
vino a preguntar un taxista, porque no quería estar en la calle. Pero si eres
zapatero estás todo el día encerrado y el sueldo no es bueno. Lo peor es el
horario, incluidos los sábados, y a veces no hay faena. Esto está muerto.
¿Le
hubiera gustado otra profesión?
Soy un
superviviente pero me hubiera gustado trabajar en una empresa más grande, en
contacto con otras personas. Esto es un mundo muy solitario. Si tienes un
sueldo cada mes, vives con eso, pero si eres autónomo tienes que pagar todo y
vivir con lo que queda. Al que es honrado y paga sus impuestos, no le compensa.
(Una señora
entra con su marido para agradecerle el arreglo que le hizo para colocar una
cuña en uno de los zapatos. Compruebo que mi caso de clienta satisfecha no es
el único.)
¿Conoce
Chabás?
No.
¿Y
Rosario?
Me suena de
Argentina, pero no sé por qué.
¿Por
Messi?
No, si yo no
sigo el fútbol. Me gusta, yo jugaba en juveniles hasta que tuve que hacer “la
mili” (servicio militar), pero esto de los equipos es un negocio. Me da la
impresión de que como se vaya este chico Messi, se acaba el Barça. No lo sé, pero
no lo sigo…
¿Cómo
solucionaría la crisis?
Una gran
limpieza social, de la economía sumergida, de las mafias. Es el pequeño paraíso
de la corrupción. Me preocupa el futuro a nivel social. Veo mucho estrés. Somos
una sociedad enferma. No nos enseñaron a ser felices en el colegio. Hasta
pienso que estos, el capital, lo que quiere es enfrentarnos, somos sus títeres.
(Entra un
vecino para saludar, cerró el local porque no podía pagarlo y ahora hace
arreglos a domicilio.)
Ya ves, vamos
todos muy ajustados.
La primera vez que fui a Teruel, concretamente al Maestrazgo, me sorprendió mucho la luz... y me encantó la sencillez de la gente. También me sorprendió que en el pueblo en el que estuve tenían la costumbre de tirar a la acequia a los que ahí iban por primera vez, así que ahí terminé, con ropa, bolso y todo. Luego se tiró el resto de la gente en un acto solidario que agradezco mucho y nos fuimos todos juntos chorreando a echar una cerveza al bar. Le tengo mucha cariño a esa tierra. ¡Qué tierra dura! ¡Enhorabuena Ana por esta serie de entrevistas!
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