El tema central de esta edición, nos lleva una
vez más a preguntarnos qué diablos nos pasa a los humanos que tenemos la
estúpida idea de ubicar los intereses económicos por sobre todo lo demás.
Porque, el fondo de la cuestión de la automedicación –más allá de la inconsciencia
de los consumidores- reside allí, en los poderosos intereses de los
laboratorios, a lo que se suman nulos controles estatales. La muestra más
visible de que el dinero se encuentra por encima de la vida para las empresas
farmacológicas, es la publicidad. Usted prende la tele y ve cómo alguien le
cuenta que con un tecito o una pastillita alcanzó la silueta ideal, se levantó
nuevo al día siguiente de un resfrío infernal, o incluso pudo “prevenir”
dolores, llegando al extremo de recomendar que tomemos algo por si… El sábado
en horario central, en un programa de canal 9 de Bs. As., el conductor hizo
publicidad a un jarabe para la tos, tomándolo del mismo frasquito con un:
mmm... Así se ofrecen fármacos cual si fueran galletitas de agua que además
poseen efectos milagrosamente repentinos, sin explicar cuidados, quiénes no
pueden ingerirlos, qué “daños colaterales” pueden ocasionar, etc. Es decir,
sólo quieren vender, nuestra salud les importa tres rabanitos.
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