Editorial - Julio 1º


El tema central de esta edición, nos lleva una vez más a preguntarnos qué diablos nos pasa a los humanos que tenemos la estúpida idea de ubicar los intereses económicos por sobre todo lo demás. Porque, el fondo de la cuestión de la automedicación –más allá de la inconsciencia de los consumidores- reside allí, en los poderosos intereses de los laboratorios, a lo que se suman nulos controles estatales. La muestra más visible de que el dinero se encuentra por encima de la vida para las empresas farmacológicas, es la publicidad. Usted prende la tele y ve cómo alguien le cuenta que con un tecito o una pastillita alcanzó la silueta ideal, se levantó nuevo al día siguiente de un resfrío infernal, o incluso pudo “prevenir” dolores, llegando al extremo de recomendar que tomemos algo por si… El sábado en horario central, en un programa de canal 9 de Bs. As., el conductor hizo publicidad a un jarabe para la tos, tomándolo del mismo frasquito con un: mmm... Así se ofrecen fármacos cual si fueran galletitas de agua que además poseen efectos milagrosamente repentinos, sin explicar cuidados, quiénes no pueden ingerirlos, qué “daños colaterales” pueden ocasionar, etc. Es decir, sólo quieren vender, nuestra salud les importa tres rabanitos.

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