PUESTA A PUNTO
“SECRETOS DE ESTADO”
Por Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
La estructura de una campaña política tiene dos aristas bien marcadas. Mientras el candidato sonríe, despliega todo su carisma, abraza a su esposa fiel, besa, por qué no, a algún niño de la muchedumbre seguidora, a sus espaldas se agazapa un grupo de mentes estrategas que harán todo lo posible por llevarlo a la victoria. Existe un requisito que debe cumplirse por unanimidad, cada uno tiene que cumplir a la perfección su papel, por mínimo que éste sea, de lo contrario las cosas se pueden complicar. Secretos de estado (“The ides of March”), es un thriller político dirigido y protagonizado por George Clooney, quien encarna a un gobernador demócrata de los Estados Unidos, Mike Morris, peleando las primarias en Ohio. Se trata de una elección clave, puesto que el triunfo, prácticamente, lo deposita en la Casa Blanca. La intención es ganar sí o sí, win win. A la espera de que sea posible obtener semejante resultado, el juego se abre para todos los involucrados. Y “juego”, consiste en la palabra justa para definir la trama ejecutada en la película.
Comparada con el ajedrez, las piezas de la campaña se mueven al ritmo de las alianzas, de la hipocresía y las traiciones. Atentos al seguimiento preciso de cada desplazamiento dado por la oposición, el equipo de Morris nunca descansa. Paul (un convincente, como siempre, Philip Seymour Hoffman), maneja los hilos de semejante empresa. Especulador y experimentado, ostenta la lealtad como su mejor carta de presentación, ultima los detalles operativos y de beneficio para la victoria del gobernador. Trabajando a la par está Stephen Meyers (Ryan Gosling, impecable), su segundo a cargo y rotundo protagonista de la historia. En realidad, es SU historia, es el reflejo de sus convicciones y decepciones, de sus estimulantes iniciativas y su propia impotencia. Muy cierto es que su ánimo está consagrado plenamente a la causa, sin embargo lo que aprende es que hay que sobrevivir, y ante el apremio de pasos mal dados, no duda en usar la extorsión como medida redentora. La presencia perturbadora de la pasante Molly (Evan Rachel Wood), hace tambalear tanto las certezas políticas como personales de Stephen. En ese espacio conjetural y taimado, la libertad individual, los actos egoístas tienen un fatal desenlace, consecuencia inmediata del calculador embrollo político que finalmente destapa quién es quién.
Una de las escenas más significativas y representativa sucede durante uno de los debates de Morris. Subido al estrado para dialogar con los concurrentes, tiene como telón de fondo una enorme bandera estadounidense, y a su vez, detrás de ella, se encuentran Stephen y Paul discutiendo los pasos a seguir. Esta dualidad, son el anverso y reverso que testifican la innegable circunstancia política. Mediados por una bandera, esa hiperbólica figura, despliegue de grotesco patriotismo, ampara la bambalina despiadada y corrupta de los manejos electorales. Estas dos caras de una misma moneda son el doblez que resguarda y respalda una moral e integridad dudosa y miserable, que acecha a la sombra, y también, a plena luz del día.
Con diálogos certeros y rebosantes, grandes actuaciones (Paul Giamatti, también es de la partida), música funcional a la intriga y suspenso, Secretos de Estado saca a relucir el maquiavélico escenario de las democracias modernas. La carrera por el poder admite todo tipo de maniobras, y en este determinante juego el “que comete algún error, pierde el derecho de jugar”. Cada uno evaluará si el parecido con la realidad, es pura coincidencia.
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