Ley antiterrorista Enero 2012


CON NOSOTROS, O CON ELLOS

Por Mariano Fernández

Unos días después del atentado contra las torres gemelas, desde los aún humeantes restos y rodeado de bomberos y barras y estrellas, George W. Bush hijo proclamó al mundo una frase tan intimidatoria como histórica: “están con nosotros, o con el terrorismo”. Así, instó al mundo a alinearse. No apoyar a Estados Unidos en su santa cruzada en la “guerra contra el terror” implicaba automáticamente estar en el lado equivocado de la mecha, como ellos la denominaron (los estadounidenses tienen excelencia en poner nombres rimbombantes, sobre todo eufemismos). Las adhesiones internacionales para justificar el accionar bélico, llegaron rápidamente de países afines en forma de votos favorables en la ONU; o, lisa y llanamente, tropas. A partir de esa bisagra en la historia, el tema de las organizaciones terroristas fue usufructuado por gobiernos en todo el mundo. Recordemos a Aznar acusando a ETA del atentado en Atocha; si no hubiera sido ETA, la responsabilidad como presidente al involucrar tropas ibéricas en la guerra en Irak –con lo que incluyó a España en la lista de blancos de organizaciones fundamentalistas-, podía costarle la elección, como finalmente sucedió. Varios gobiernos propusieron a grupos políticos opositores para integrar la lista de organizaciones terroristas del departamento de Estado del país del norte, llegando a intercambiar figuritas: si el país A aprobaba a tal organización del país B como terrorista, el país B hacía lo propio con alguna organización opositora del país A. Chile por ejemplo, incluyó como terrorista a las organizaciones mapuches que luchan por sus tierras.
La reciente reformulación de las leyes antiterroristas en Argentina, obedece en parte a estos dictámenes del orden mundial. El GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional, organización integrada por varios países, la ONU y el FMI entre otros) le exige a Argentina la aprobación de la ley. Casi al nivel de la coerción, ya que la negativa implica represalias de los organismos financieros internacionales. El motivo de que una entidad financiera solicite este tipo de medidas, obedece a querer eliminar el lavado de dinero que potencialmente financiaría organizaciones terroristas. El planteo de algunos opositores a la ley, es que países como el nuestro constituyen mercados muy pequeños para los volúmenes que se necesitan para disolver el origen de fondos espurios. El lavado en el mundo es una potestad del hemisferio Norte y de sus economías gigantescas. Entonces, en realidad, se trataría de presiones de organismos internacionales para poder inmiscuirse en la política económica de países como el nuestro. ¿Sabía usted que al realizar transacciones simples, a veces ridículamente simples, usted está siendo monitoreado por las “unidades de información financiera”? Por otro lado, todo asunto tiene dos puntas. ¿Cuál es el beneficio para un gobierno como el de CFK, el sancionar una ley que, al menos en teoría, contradeciría el accionar del gobierno en materia de derechos humanos? Es oportuno aclarar que Argentina ya tenía una ley antiterrorista sancionada por Néstor Kirchner en 2007, a petición de Bush. Esta ley fue reemplazada por la nueva, que tiene mayores alcances en sus definiciones. Concretamente, redefine “terrorismo” en su artículo 41: “…Cuando alguno de los delitos previstos en este Código hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo…” El concepto es ahora tan inocentemente simple, que más de uno de ustedes, por definición, fue alguna vez terrorista. Si en el conflicto por la 125 participó de un piquete, si se manifestó en Rosario por el tarifazo del gas, usted, amigo lector, lo fue. Según esta definición, yo mismo lo he sido, y muy probablemente lo vuelva a ser. Esta nueva ley puede justificar la represión de la protesta sindical, social, la persecución política. Cortar una ruta, ocupar un predio, manifestarse, pueden ser catalogados como actos terroristas y reprimidos como tales. Es interesante que incluso grupos simpatizantes del gobierno, se han opuesto a esta medida.
Es que, cuando las lógicas son en blanco y negro, cuando los matices de grises se pierden de vista, los pueblos, en cualquier escala, pueden volverse peligrosos para los gobernantes (y viceversa). Tanto, que uno puede transformarse en terrorista, detrás de un noble teclado.

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