Por Garry
Cuando llegan las fiestas es común
escuchar o leer que se realizan balances de lo vivido. Ignoro el sentido práctico
de esta acción. ¿Puede servir un balance hecho sólo en las postrimerías del año?
¿No debieran de hacerse esos replanteos antes y durante, y no después del
periodo?
La práctica responsable del ajedrez
enseña a realizar balances a cada paso de la partida y -sabido es- incluso
antes de que esta comience. La historia guarda centenares de ejemplos en los
que se ha ganado por una toma de decisión apropiada, fruto de un balance previo
de fuerzas, posibilidades y sorpresas posibles.
¿Será el ejemplo más famoso el de
Mijail Tahl, quién hizo jugadas malas a propósito frente a la mente estructurada
de su tocayo Botwinik, con el fin de desestabilizar su sentido del juicio y
ocasión? Otro campeón que desorientó a su rival con planteos imprevistos fue Robert
Fisher. En el match de 1972, contra Boris Spasky, Bobby jugó -en la 6º partida-
una variante en la cual el ruso era imbatible y, luego, cuando ya llevaba
ventaja, una Alekine, defensa que todos señalan como inferior.
El balance en ajedrez debe hacerse
movida por movida, pues es juego dinámico y dialéctico, es decir: por
intervenir en él dos mentes cambia a cada instante (imagine usted lo que será
entonces hacer un balance de la vida, en la cual los actores son miles, o
millones).
Cuando se evalúa en la conciencia una
posición, suelen evaluarse: el material (número y calidad de piezas), la
posición ocupada por las piezas (la capacidad de movimiento y la relación entre
dichas piezas), y los factores espacio y tiempo (el espacio es la libertad o
rapidez de traslado de las piezas; el tiempo es una relación entre el número de
jugadas realizadas y la cantidad de piezas en posición de ataque o defensa).
Por supuesto, estos son balances propios de un aficionado. Un profesional
evalúa muchos aspectos más.
Así, piense en esto durante noche
vieja: si antes de beber la última copa mira melancólico la nada, sita contra
el tapial de enfrente, apenas arriba o al costado de su interlocutor
circunstancial; si, digo, antes de echarse a la barriga esa postrera cantidad
de sidra, o vino, o champán, de seguro innecesaria a esa hora, se le ocurre,
decía, hacer un balance, olvídelo. Déjelo. No pierda el tiempo. Retorne con la
vista y la mente a los amigos y seres queridos, ría con fuerza y que se vaya al
diablo el año viejo. Que venga de una vez el nuevo, como quiera y cuando
quiera. Le daremos batalla, le plantearemos un buen enroque, unos caballos en
el centro, unos alfiles aguzados, ¡y que gane el mejor!
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