Por
Verónica Ojeda
veronicaojeda48@hotmail.com
Llegadas estas fechas el inconsciente
colectivo tiende a pensar en hacer un recuento, el famoso balance que aunque a
muchos les resulte odioso, yo considero positivo hacerlo, ya que una vez más se
ejercita la autenticidad de las emociones.
Si se quiere también podría llamarse “cierre”,
que remitiéndonos al diccionario es sinónimo de cerrojo, suspensión, clausura. O
podemos acudir a una frase conocida por todos: “ha corrido mucho agua bajo el
puente”. Lo cierto es que siempre de alguna manera estamos concluyendo,
cerrando, repensando, replanteando. Los saldos serán para algunos buenos y para
otros, los más exigentes, siempre habrá cositas para ajustar.
Llegan los actos de ciclo lectivo cargados de
sensibilidad, donde vemos cómo los hijos crecen, somos parte de sus logros, nos
emociona hasta las lágrimas verlos bailar o recibir el diploma. Guardar los
cuadernos, guardapolvos, por un tiempo. Archivar papeles, realizar
inscripciones, hacer limpieza general.
Los comerciantes preparan sus vidrieras
poniendo todo el brillo de las Fiestas, y se repite una vez más ese clima del
mate en la vereda, si se puede se le agrega un pan dulce para amenizar y se
charla sobre las ventas. Comienzan los saludos al vecino del local de al lado,
la planificación de la despedida de año, la clientela aprovecha la volada,
saluda y de paso es convidada.
Cada uno a su manera. La editora y la
diseñadora gráfica de El Observador invadidas
con la gran tirada de diciembre; los que escribimos, a pura redacción; Dachi poniendo
humor; Leo ingeniándose fotos; y los anunciantes preparando con esmero la
salutación gráfica.
Los medios radiales y televisivos haciendo
extensivos sus deseos para el año que comienza a través del micrófono y la
cámara; los agradecimientos, los recuerdos a algún compañero que no está.
Las fábricas regalando la caja navideña, los
obreros esperando con ansias la llegada del merecido aguinaldo. La gente del
campo anhelando la lluvia con esperanza.
El laburante pretendiendo las vacaciones en
la playa, o simplemente poder calzarse las ojotas aunque sea para tirarse a
descansar con la reposera en el césped fresco del patio, darse un chapuzón,
respirar hondo, cargar las pilas y ponerse al día con el jardín. Conectarse con
la naturaleza y con las sensaciones. Y es ahí que ocurre lo inevitable…
conectarse con uno mismo, mirar hacia adentro, ser agradecido por estar vivos,
perdonar y pedir perdón por alguna herida, valorar a los amigos, la familia,
los que nos han enseñado algo este año -bueno o malo, siempre se aprende-. Los
tropiezos también sirven, errar es humano, pero lo importante es tener la
oportunidad de hacerlo. Oportunidad, qué palabra abarcativa.
Personalmente agradezco infinitamente el
tener trabajo, la familia que armamos, el amor infinito de mis hijos, el de mis
alumnos y sus familias, el haber conocido buena gente, el haber afianzado
amistades, las experiencias positivas y las negativas.
Agradezco la posibilidad de tener un lugar en
este medio, que me permite hacer algo que me gusta y de paso entretener a los
lectores, siempre con la incertidumbre de: ¿alguien me leerá? Tan lindo es
encontrar a alguien que uno conoce o no, y que te cuenta que lee todas tus
notas; eso forma parte de mi resumen positivo.
Quiero entonces, redondeando e invitándolos a
que lo hagan conmigo, decir gracias a la vida, a la oportunidad que tenemos de
cambiar algo todos los días, a veces se puede y otras no, pero hay que
intentar, remar y reinventar.
¡Feliz nuevo año! ¡Salud!
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