“UN
CAMINO HACIA MÍ”
Por
Lorena Bellesi
bellesi_lorena@hotmail.com
Playa,
sol, arena, sombrillas, mar, reposeras, bronceado, verano… vacaciones, paisaje
idílico, símbolo de despreocupación, de angustias lejanas que quedaron
atrapadas en el despertador que ya no suena, metáfora de una felicidad
eterna. Esta Arcadia moderna funciona como lugar de fuga para autómatas
rutinarios, que viven dependiendo del “marcar tarjeta”. La película Un camino hacia mí (“The Way Way Back”), transcurre durante los cálidos días
estivales de un verano crucial para el protagonista, Duncan (Liam James),
un introvertido adolescente de catorce años, a punto de abandonar su taciturno
cascarón.
Salir de vacaciones en familia muchas veces resulta
ser una simpática peripecia, adolescentes que retornan cuando los adultos
desayunan, hijos pequeños que aparecen en la playa en andas, rodeados de muchas
personas que aplauden, son parte de postales representativas de esas épocas de
descanso y ocio. Duncan habla muy
poco, su figura encorvada refleja el fastidio frente a su realidad, recibe con
resignación el maltrato, a veces humillante, de un padrastro insufrible, Trent (Steve Carell), con quien pasa su tiempo de veraneo. Aunque
su madre, Pam (Toni Colette) intenta
cariñosamente interceder para conseguir una amena relación entre ambos, es
evidente que Duncan y Trent no pueden congeniar. Montado en
una bicicleta de niña, feliz de alejarse de su casa, huyendo, el joven aterriza
en el parque acuático “Water Fizz” en
las afueras de la ciudad. Quizá por camaradería, por compasión o sólo por empatía,
un inmaduro cuarentón encargado del lugar, llamado Owen (Sam Rockwell) lo contrata para trabajar allí. Y entonces deja
de sentirse solo, distinto, prácticamente un estorbo entre los suyos. Afuera
del parque, los adultos que rodean a Duncan
son los que se van de parranda, pernoctan, engañan a sus parejas o consumen
drogas, todo está al revés. Pero una vez adentro, únicamente halla la distensión
de bromas inocentes, compañerismo, solidaridad y contención, es decir, una
familia, personas que lo tratan bien, lo ayudan en su descubrimiento personal. El
parque, los empleados del lugar, todos muy macanudos, parecen salidos de una
época pasada, específicamente de los ’80. Por ejemplo, cuando suena a todo
volumen “New sensation” de INXS, tema
de 1987, impone en la película tanto un espíritu estilístico reminiscente que valora las hazañas simples, como
también remarca la impronta de un desafío superado. Nuevas sensaciones que Duncan comienza a disfrutar con alegría,
durante “la edad más incómoda de la vida”,
según el decir de su vecina Betty
(Alison Janney). Mujer divorciada, entrometida, suelta mordaces comentarios respecto
a la mirada estrábica de su hijo menor, con mucha gracia, y una pizca de humor
negro hilarante.
Un camino hacia mí es un conmovedor film de aprendizaje,
de victorias y maduración, que concierne a jóvenes y adultos por igual. Tomar
decisiones que dan miedo para cerrar un ciclo gastado o estéril, es enfrentarse
con la intriga de un futuro todavía no escrito, incierto. Pero hay cuestiones
que no deben seguir ignorándose, el descontento, la insatisfacción, el
conformismo pueden remediarse si se los encara con coraje, determinación y
entusiasmo. Cortar y dar de nuevo, como Owen
le dice al afligido Duncan: “Ahí afuera hay todo un mundo para vos, no te
resignes”.
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