El lado oscuro


Por Antonio Cedró

¿Qué hubiera pasado si Da Vinci hubiera escondido la Mona Lisa? ¿Y si Pitágoras no hubiera publicado nunca su teorema?, o lo que es peor, ¿si sólo lo hubiera utilizado para beneficio propio? La noticia de la muerte de Steve Jobs,  cundió por el medio que él había contribuido a desarrollar, la internet, con gran velocidad. Fue titular en MSN, Google, y trend topic (“de lo que se habla”, dicho en forma presuntuosa) en Twitter y Facebook.   Pero, bien, ¿quién fue Steve para que en algunos lares se lo idolatre? Hijo adoptivo de una pareja de clase media de EEUU, interesado desde pequeño en las computadoras. Alguien que vio nacer esta tecnología y que fue en parte también el padre. Trabajó de pequeño (sí, de niño) en Hewlet Packard, luego en Atari, hasta fundar Apple. Esta compañía, en Argentina, pasó más desapercibida que en Europa y el norte de América, fundamentalmente por cuestiones de costos. Steve fundó además Pixar, la empresa que hizo la mayor parte de las películas animadas de Disney (Toy Story y Nemo entre otras). Fue presidente de directorio de esta empresa en distintas etapas, hasta semanas antes de su muerte. Era el mayor inversor individual de Disney (o sea el que corta la milanesa). Hoy llevado a la categoría de semidiós de la informática, surge la pregunta: ¿qué le debemos a este señor? Bien, el mousse que usamos a diario, fue creado para su Apple I, una protocomputadora personal. Y el  entorno gráfico (que usted vea imágenes de íconos en su pantalla), también fue creado por una empresa de este señor. Y las maravillas tecnológicas que son los Ipad. Muchos de los programas que se usan hoy, tienen algo de Apple en su interior. Pero Steve Jobs, alguien que debió abandonar la universidad por no poder costearla, más que un buen desarrollador de hardware y software, fue un empresario exitoso. Lo que tocó, lo volvió oro. Prueba de ello es su fortuna personal con 8 ceros. Aunque el éxito monetario, no siempre implica que lo que intercambie sea lo mejor. Tanto Jobs como su colega de Microsoft, Bill Gates, han hecho de la exclusividad y el software cerrado, un culto. Esto como hacer pan, con una receta secreta. Si sale bueno, se venderá; si es el único del mercado, también.  Pero no se permite que nadie mejore la receta ni experimente con ella. Y en eso se apoyaron luego de los éxitos iniciales, ambos. Alguna vez dijimos que existe una corriente en informática que enarbola la idea de un conocimiento universal, libre, y de acceso a todo aquel que lo desee (y posea  una computadora, claro está). Estos chiflados son los que han creado Wikipedia, el manifiesto del software libre y Linux, por ejemplo. Son la antítesis de Jobs y Gates. Lo que se crea bajo la idea de software libre, es modificable por otro, y así,  el conocimiento se comparte y no hay repetición de tareas; la dirección es, hacia adelante. El modelo de desarrollo de Apple, involucraba el desarrollo como consecuencia de la competencia. Pero cuando un competidor amenaza a Apple o Microsoft o Google, estos simplemente lo compran. Businnes are business. Entonces el desarrollo de la humanidad, el salto tecnológico, para Jobs y compañía, lo dicta el mercado, los vaivenes del consumo y la necesidad real o creada por algún estratega de marketing. Así pensó Steve la informática y la tecnología. Fue un genio de este tiempo. Utilizó su capacidad, para hacer dinero. Y más allá de cualquier cuestionamiento sobre eso, me detengo en esto de que se le atribuya ser un benefactor de la humanidad. Cuando leo remembranzas elogiosas como la de Bill Gates, Obama, Steven Spielberg o Marck Zuckerberg (creador de Facebook), pienso en cuánto daño puede estar causándole a la humanidad, olvidarnos de algo tan simple como compartir lo que descubrimos y conocemos. Callan todos ellos sobre las fábricas de Apple en China, donde niños producen los Iphones que comunicarán a Europa con EEUU; y sobre la contaminación con metales pesados que deriva del uso de “computadoras descartables”; y sobre la carrera de desarrollo de hardware y software -alimentada tanto por Apple como por Microsoft- que hace que una PC sea vieja a los 6 meses. Pienso. Pienso cuánta gente sin nombre hay detrás del éxito comercial de Steve Jobs. Y me vienen a la mente las líneas de un poema, de un genial alemán: El joven Alejandro conquistó la India. / ¿Él solo? / César venció a los galos; / ¿no lo acompañaba siquiera un cocinero?


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