El pasado nos visita día a día


ASTIZ Y COMPAÑÍA, CONDENADOS

Por Mariano Fernández

Suele repetirse que debemos olvidar el pasado y mirar hacia el futuro. Lo que sucedió, no puede cambiarse; y de nada sirve, según esta lógica, mantener rencores por los hechos pretéritos. A riesgo de meter el dedo en la llaga, puedo poner como ejemplos de que esto es falaz, desde la crucifixión de Cristo hasta la división de la Iglesia con el protestantismo. Olvidar el camino recorrido, por más cruento que haya sido, puede llevarnos a repetirlo. Si los romanos no hubieran aprendido de los griegos, jamás hubieran brillado en nada o tal vez en muy poco. El pasado ha modelado nuestro presente. Lo que hoy somos es un complejo proceso de síntesis entre condiciones y antagonismos. Esta reivindicación de la historia no pretende ir hasta los romanos, ni tan lejos. Acá nomás, Argentina, marzo de 1976. El golpe. Esa manía que tenían algunos de interrumpir los gobiernos democráticos en América latina, una vez más, se hizo presente. Pero lo que vino, seguramente no lo imaginaba nadie. Una generación, exterminada. Ningún demonio de dos cabezas. Acá el demonio, tiene un solo rostro. Y podemos ponerle un nombre genérico: Alfredo Ignacio Astiz, y resumir en él a todos los perpetradores de los abusos más inimaginables. Un tipo recio a la hora de enfrentar a lo que algunos, quieren justificar como el otro demonio: monjas, estudiantes secundarios, obreros, delegados gremiales, y cualquiera que pudiera ser considerado peligroso al régimen. No tan recio a la hora de enfrentarse con marinos británicos en las Georgias, donde Astiz se rindió rápidamente. Hace unos días, se lo condenó a prisión perpetua. No sólo a este personaje, sino a varios canallas más. No pude ocultar mi alegría al conocer el fallo. No es alegría, en realidad, pero se le parece. Es la sensación que deja el saber que se ha hecho justicia. Una justicia retorcida, que tuvo que acomodarse para poder concretarse en algo que es tan simple como que el que cometió un crimen terrible, probado y admitido, vaya a la cárcel. Y en realidad me doy cuenta de que la justicia es algo bien terrenal. Y como tal, sujeta a circunstancias inverosímiles. Empiezo a ver cómo el sistema judicial tuvo que encontrar huecos, baches, para poder juzgar a esta plétora de asesinos; y molesta un poco, a decir verdad. ¿Cómo es que pueden prescribir causas de tal magnitud? ¿Por qué debemos juzgar a asesinos, por robo de bebés (otro crimen más espantoso aún, si cabe) si ya fueron encontrados culpables antes, de las peores fechorías? ¿Es posible ponerle punto final a la historia? ¿Y cuánto hay de obediencia debida para violar a una secuestrada? Muñido de algunos de estos argumentos, Astiz, devenido ahora en experto en leyes y demócrata acérrimo, se excusaba de ser juzgado y cuestionaba la validez del tribunal. Sería algo así como si uno dejara automáticamente de ser hijo de puta, después de pongamos, 10 años, para pasar a ser un ciudadano modelo. Y en este torbellino de sensaciones encontradas y no tanto, Julio López aún no aparece; y varios colegas de los que se sientan en el banquillo de los acusados, aún trabajan en puestos sensibles de las fuerzas armadas y de seguridad del país, y se jactan de haber sido lo que fueron.
Para terminar,  Francia felicitó a Argentina por el fallo que enviará a la cárcel de por vida al asesino de las monjas francesas. Deberíamos felicitar a Francia también, el día que juzguen y condenen a los que le enseñaron a torturar a estos monstruos, que eran tan franceses como De Gaulle y masacraron a miles de argelinos.
Entonces, ¿se puede cerrar de prepo una etapa del país? Las historias se cierran cuando quedan saldadas las heridas de verdad, no por decreto ni conveniencia política. Ningún país del mundo lo hizo. En España, las heridas que dejó el franquismo aún le duelen a muchos, y ningún pacto de la Moncloa puede saldar ese pesar. La segunda guerra mundial aún tiene consecuencias en fronteras, y rencores muy frescos. Hace uno o dos años Alemania terminó de pagar a Francia la indemnización por la primera guerra mundial. El pasado, nos visita día a día. Darle la espalda, es un gran error. Enfrentémoslo, cara a cara. Resolvámoslo, sin ambigüedades. Y de ahí, al futuro, que seguramente será mejor. Y mucho mejor, con tipos como Astiz, en cana. 


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