Todos somos presos de algo


En la Unidad Penitenciaria Nº 3 de Rosario se desarrolla un Taller de Comunicación que reúne a unos 30 presos de entre 18 y 24 años, en el cual participa como docente Marcela Rodríguez. El “pelado” Cordera, ex líder de Bersuit Vergarabat, fue invitado a participar de un ciclo de entrevistas que realizan los internos, y la crónica de lo que en esa visita sucedió, fue publicada el 23 de octubre en Rosario/12. La reproducimos a continuación, con una introducción de la citada profesional chabasense.  

Adentro / Afuera

Por Marcela Rodríguez

Hay un muro que divide. Adentro / afuera. Un muro real, concreto. Cemento y rejas. No es, sin embargo, el único muro que ellos no pueden atravesar. Existen otros. Los simbólicos, los sociales, los del prejuicio. A veces son, incluso, más sólidos, más indestructibles.
Ellos saben de la diferencia entre estar afuera y estar adentro porque sus vidas transcurrieron tratando de vencer esa -en algunos casos fatal- línea divisoria. Casi siempre se quedaron afuera, salvo cuando les tocó el encierro.
La sociedad es a menudo injusta. No todos tenemos las mismas oportunidades. Cómo hablar, entonces, de la libertad de elegir. Si no estamos en igualdad de condiciones, la libertad se convierte en un artículo de lujo al que muchos no pueden acceder.
Nosotros nos vamos y ellos se quedan. Nosotros somos un grupo de personas que trabajamos con los internos de la unidad penitenciaria Nº 3 de Rosario. En mi caso, como docente. Ellos son los que, cada vez que nos dicen “hasta mañana”, vuelven a la conciencia dolorosa de estar privados de su libertad. Frente a esta situación surge la necesidad de plantearnos como sociedad qué hacemos por ellos. Antes, durante y después de colocarlos del otro lado del muro.
Cuando estoy “adentro” siento que no somos tan distintos. Porque, en realidad, no lo somos. Sólo nos tocaron circunstancias diferentes. Muchos de ellos, ni siquiera soñaban con llegar a cumplir los 20.
Por eso es importante difundir lo que allí sucede. Generar conciencia, promover un tipo de mirada diferente. Que la mirada sea puente para entender al otro y no para juzgarlo. Ellos ya fueron juzgados por el sistema penal. Y están cumpliendo su condena. Al resto nos queda, si eso fuera posible, entender que los verdaderos monstruos acechan detrás de los prejuicios. Y que, como dice “el pelado”: “atravesando el miedo está la libertad”.


Asalto de cumbia en el penal de Rosario

Por Internos de la U3*

Un día el Plum Plum! de las rejas de un penal se transformó en tambores y aire de cumbia santafesina, se le coló un viento de rock que sopleteó varios uniformes y arrancó mas sonrisas que de costumbre. "Un acontecimiento extraordinario se produjo cuando a las dos de la tarde apareció en uno de los portones Gustavo Cordera. Todos lo recibimos con un fuerte aplauso y mucho entusiasmo", relata César, uno de los pocos internos de la Unidad Penitenciaria N° 3 a los que, unos días después, se les permitió salir del pabellón para poder escribir en el taller de comunicación, la crónica de esta vivencia tan especial.
El ex cantante de la Bersuit, ahora solista, radicado en Uruguay y empilchado en una actitud algo más zen, llegó a Rosario el pasado viernes 14 de octubre para llevar a cabo una rueda de prensa promocionando su último disco y no dudó en responder a la invitación que se le había enviado días antes para participar de la Ronda Redonda: un ciclo de entrevistas realizadas y registradas audiovisualmente por los internos a distintos personajes de adentro, de afuera y de más allá. Propuesta por el taller de comunicación coordinado por dos actoras externas al penal.
El reconocido poeta y periodista Fabricio Simeoni junto con 30 internos aguardaban con ansias al invitado en el patio, con sus murales coloridos y el tradicional aire tenso del lugar que esta vez ya se estaba relajando entre mates. Fabricio ya había sido entrevistado por ellos unas semanas atrás y la mística había resultado tan avasalladora que el vínculo trascendió la actividad y "los chicos" pidieron que vuelva para entrevistar con ellos a Cordera.
Después de alguna que otra demora entre fotos se armó la ronda y cuidadosamente, los que se animaron, comenzaron a preguntar. Se habló del barrio, de la infancia y del éxito. De que no hay fórmulas y de que muchas veces es la falta de afecto, el no sentirse los suficientemente querido, lo que hace que alguien haga tanto esfuerzo por "hacerse conocido con una banda de rock y no parar hasta River".
"La sinceridad de sus palabras, la humildad con la que se expresaba hizo que cada uno de nosotros sea más libre, para poder llegar a él con preguntas", escribe Lucas cuando cuenta su experiencia. Es que Cordera no se privó de nada y cuando se le preguntó acerca de las drogas respondió sin vueltas que "a quién no le gustan" pero que también fue la droga la que logró sacar de él algo que no le pertenecía en esencia, algo así como una forma de ser con la que ya no se identifica, a la que llegaba quizás por miedo, por no poder enfrentarse con ciertas cuestiones. Hoy ya no consume y cuando Cachi le pregunta si se considera preso de algo el Pelado dice que sí, que él es preso de esos miedos que siempre lo siguen persiguiendo, miedo a la muerte, miedo a mil cosas.
La temática rondó la cuestión social cuando Héctor hizo una de las preguntas que había preparado con anterioridad, "¿por qué en muchos de tus temas aparecen la violencia y la pobreza?" Cordera respondió con convicción y habló de víctimas sociales, de que, como afirmaba Proudhon, "la propiedad privada es un delito". "Lamentablemente son las personas más vulnerables y más sensibles, las que se ven afectadas por esto y por eso ustedes están acá", afirmaba. Cachi aprovechó la ocasión para repreguntar "¿Por qué para amar hay que saber que querer no es amor?" citando uno de sus último temas. Así la entrevista se reorientó a la cuestión del consumo, a las consecuencias perjudiciales de aferrarse a las cosas y de movilizarse únicamente por conseguir y preservar lo material dejando de lado lo esencial. "Querer es un acto egoísta, por ejemplo, yo puedo querer tener un hijo pero algo muy distinto es amar tenerlo", aclaraba el Pelado en medio de miradas de asentimiento y desconcierto.
Finalmente Cordera desenfundó la guitarra y tocó Se cae y Asalto de cumbia. "Nos motivó mucho cantando, creando un verdadero delirio dentro de nuestro cuerpo" anota fascinado Emanuel. Aplausos, coros y manos arriba.
"No voy a olvidar esta experiencia porque estoy agradecido a la vida y me gusta el rock, el maldito rock" escribe César. Un encuentro de este estilo es un evento alegre, novedoso y parcialmente liberador; es un recuerdo inolvidable pero también un disparador de reflexiones. Después de estos diálogos es imposible no preguntarse por qué es que todos somos presos de algo pero sólo algunos tienen preso su cuerpo, qué es lo que hace que la falta de contención social, de amor y de recursos determine el destino de algunos de cierta manera y de otros de manera distinta. El tema es complejo y merece ser discutido en su propia complejidad, es que "no sólo en la selva se escuchan tiros" concluye César en su crónica, coreando con su cabeza al ritmo del Pelado Cordera.

*Reclusos de la Unidad de Detención III de Rosario.


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