LA NAVE QUE SALIÓ DEL
SISTEMA SOLAR
Por
Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
Hace un millón y medio de años los
hombres dominamos el fuego y nos apoderamos del mundo; en 1402 una flota China
circunnavegó la Tierra,
pisó los cinco continentes y trazó los mapas que siguió Colón en 1492; en 1961
Yuri Gagarin ascendió a la estratosfera en un cohete Vostok y demostró que el
hombre podía sobrevivir en el espacio; en 1969 pisamos la Luna y en 2013 abrimos la
puerta para salir al espacio interestelar por medio de la nave Voyager 1.
La misión Voyager consiste en dos
naves gemelas de exploración. Lanzadas en el año 1977, su cometido ha sido
modificado cada vez que superaron una etapa. El proyecto preveía cinco años de
investigación pero las sondas cuentan treinta y seis en el envío de sus datos.
Las Voyager son prismas decagonales,
pesan menos que un auto mediano y caben en una pieza de barrio. Su aspecto es
el de un insecto con un ala redonda y dos antenas finas. Están a 19 mil
millones de kilómetros de casa. Su débil voz de radio, que viaja a la velocidad
de la luz, tarda 17 horas en llegar. En la actualidad son controladas desde la Tierra por sólo diez
personas.
¿Qué significa 17 horas de viaje a la
velocidad de la luz? Nada que podamos comprender, por desgracia, pero es la
distancia a la que influye nuestra estrella. El sol sopla partículas de
energía; estas forman un escudo o cáscara de huevo que nos protege de la
agresión foránea, los Rayos Cósmicos, los más potentes jamás descubiertos.
La Voyager 1 acaba de
ingresar a ese medio ajeno. Sabemos dónde está porque sus detectores perciben
el cambio de energías a su alrededor. Han dejado de sentir el viento solar y ya
tiritan por el frío exterior (es metáfora).
Cada una lleva tres generadores nucleares,
les proveen menos vatios que los que consume una computadora personal. Están
provistas de una antena parabólica, dos rectas y un número de instrumentos que
son nuestros sentidos: cámaras, sensores infrarrojos y ultravioletas, sensores
magnéticos, sensores de plasma y rayos cósmicos. Estos equipos, diseñados en
los ´70, son la vara de medir de un Dios muy torpe: nosotros.
Uno de los directores de la misión fue
Carl Sagan, inigualable, gran astrónomo, repudiado en los EEUU por manifestarse
en contra de su gobierno. Carl soñaba con hacer contacto con alguna
inteligencia y fue impulsor de este proyecto asombroso: salir al espacio,
enviar un mensaje a las estrellas.
Portan las Voyager sendos discos de oro
con información criptada: música, voces, saludos y cantos de ballena, átomos y
pulsares escritos allí. Son el mensaje esperanzado que una civilización de
náufragos arrojó al mar para ser rescatados de su soledad existencial.
Las Voyager dicen: ¡Ey, aquí estamos!
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