Un personaje de novela - Octubre 2º



PERÓN POR ELOY


Por Julieta Nardone

El peronismo fue un parte-aguas en la historia de nuestro país. Con persistencia u obstinación, grandezas y miserias dibujan y desdibujan el derrotero del movimiento que se vuelve a reelaborar en cada época desde el circuito político al imaginario, y viceversa. A pocos días del 17 de octubre -fecha celebrada por peronistas y simpatizantes como el Día de la Lealtad- es oportuno rememorar que, allá por 1945, miles de trabajadores se concentraban en Plaza de Mayo para presionar por la liberación de su líder: el general Perón. Era el “subsuelo de la patria sublevado” (palabras de Scalabrini Ortiz) quien protagonizaría con efervescencia la antesala de las tensiones y luchas sociales que, con otras tonalidades y sujetos, todavía configuran lo nacional.
El peronismo, sin duda, es más que Perón. ¿Pero, quién fue (o sigue siendo) Perón para los argentinos? De la vasta literatura que circula en torno a esta figura, elegimos La novela de Perón del escritor tucumano Tomás Eloy Martínez (1934-2010) para acercarnos a las profundidades de una vida fascinante, paradójica, mítica y real. Lo que quedó –parece sugerirnos el escritor- es una marca histórica que necesita revisarse y reinventarse de manera diferente en cada generación y grupo social.
El engranaje ambivalente de la ficción permeabiliza los sentidos plurales, y hasta antitéticos, de una historia que fue mito. En este sentido, el filósofo Feinmann acierta al afirmar: “Si el mito regresa, el mito se historiza”. Y el mito regresó en 1973, tras largos años de exilio en Madrid; y encarnó la contradicción de lo real, alejándose del aura legendaria que había nutrido su legado y la propia ausencia.
En este libro vertiginoso, repleto de acción, tejido sobre el bastidor de la historia, se narra este retorno del líder argentino desde distintas miradas, pasiones y odios. No hay pretensiones de dar un relato fidedigno de los sucesos. En todo caso, el cauce que permite contener las diversas verdades y conflictos de esta etapa tan compleja es el relato novelado que da licencia para rearmar y habilitar distintas versiones. Los jóvenes montoneros, agrupaciones de izquierda, la derecha sindical, las fuerzas armadas. Peronistas y antiperonistas de todo pelaje luchan por ocupar el espacio y resignificar la palabra del General.
Precisamente, el Perón de la novela al percatarse de una mosca en el avión que lo trae del exilio, estampa una idea que es, en cierta forma, una metáfora de lectura: “Vean esos ojos. Ocupan casi toda la cabeza. Son ojos muy extraños, de cuatro mil facetas. Cada uno ve cuatro mil pedazos diferentes de la realidad. A mi abuela Dominga le impresionaban mucho. Juan, me decía: ¿qué ve una mosca? ¿Ve cuatro mil verdades, o una verdad partida en cuatro mil pedazos? Y yo nunca sabía qué contestarle…”
Aunque la trama se elabora desde personajes históricos (López Rega, Isabelita, etc.), el juego narrativo invierte por completo las estrategias de la non-fiction: en lugar de valerse de técnicas de la novela para poner en escena episodios reales, Eloy Martínez emplea las operaciones del periodismo (entrevistas, cartas, memorias) pero con un empalme que adultera, falsea, recrea los datos; para generar, como él mismo lo llamó, un efecto de verosimilitud superlativa. Las zanjas ciegas, es decir, las omisiones o los blancos de las crónicas, o de otra manera, los episodios oscuros de la historia, son los puntos de anclaje desde los que se enlazan y multiplican los planos y perspectivas a lo largo de la trama que confluyen en el día de Ezeiza: ¿viraje desde la suspensión temporal en el exilio al tiempo real de su caída como mito?


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