AGUJEROS
NEGROS, PANTANOS DEL COSMOS
EL OBSERVADOR DEL
CIELO
Por
Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com
La astronomía interesa a chicos y
grandes por igual. Todos quieren meter el ojo a un ocular y observar la Luna, Saturno o una nube de
polvo cósmico como la de Orión o Carina, verdaderos úteros galácticos diseminados
en los brazos de la Galaxia donde nacen las estrellas en puñados de mil.
Bien entrado el siglo XX, aún creíamos
que las estrellas se repartían por igual, allí dónde miráramos. Pero la
realidad es otra. Las estrellas se apiñan en el centro de la Galaxia, en la
región del Sagitario, justo sobre nosotros y detrás del Escorpión, durante el
invierno argentino.
Sagitario se sitúa en esa región
blanca y brillante que llamamos Vía Láctea o Camino de Leche. El brillo es fulgor
lejano de miles de millones de soles que, desde el corazón mismo de la espiral,
nos llega a través de la distancia y el tiempo.
Las estrellas que forman la Galaxia
están en movimiento, giran alrededor del núcleo, le damos una vuelta cada
250.000 años.
¡Vaya, qué cifra! La especie humana
apenas ha girado unas pocas vueltas.
Fabriquemos
una galaxia
Para jugar y aprender, te invito a
fabricar una galaxia espiral como la nuestra. Si tenés una pileta de lavar, podés
hacerlo.
Colocás un tapón con cadenita al
desagüe. Llenás la pileta y esparcís jabón de lavar en polvo sobre la
superficie. Debés usar el jabón de los lavarropas comunes, el de los
automáticos no sirve pues no genera espuma. Ahora, remové el agua para que se
forme bastante, que quede todo lleno de pompas. ¿Listo?
Sacá el tapón del drenaje; verás cómo
el agua se arremolina para escapar y la espuma forma una espiral antes de
desaparecer por el agujero.
Así es nuestra galaxia, una espiral de
jabón girando en el espacio.
Tal vez te preguntes entonces, ¿qué
drenaje se lleva el jabón de nuestras estrellas?
Lo sabemos: quien tira de nuestras
estrellas haciéndolas girar en forma de espiral es la gravedad de un “agujero negro”
que se halla en nuestro núcleo galáctico.
Un agujero negro es un objeto muy
curioso, capaz de chuparse todo lo que pasó, como dice León.
En estos cuerpos, la materia cae sin
remedio ni posibilidad de escape, casi. Los científicos les llaman “singularidad”,
porque allí todo es único o singular.
Los agujeros negros nacen cuando una
estrella muy, muy grande, se apaga. Al hacerlo, el peso de los gases que la
forman la derrumba hasta un punto inimaginable. Un punto tan, tan profundo,
dentro del mismo espacio, desde el cual ya nada puede escapar, ni siquiera la
luz emitida por ese astro moribundo. Por eso se les dice “negros”, porque no
emiten luz.
En el momento en que un agujero negro
nace, todo a su alrededor comienza a ser atraído por esa caída, por la gravedad
infinita de ese nuevo ser.
Durante años los hombres de ciencia se
han dedicado a estudiar estos pantanos del cosmos. El más conocido de ellos es
Stephen Hawkins, el científico postrado sobre una silla de ruedas -sufre una
rara enfermedad-, quien en su juventud no lograba terminar la tesis de su
doctorado; al fin, eligió estudiar los agujeros negros. La historia es conocida:
Stephen se graduó con honores y el mundo científico se volvió loco a raíz de
las novedosas teorías que aportó (fue el primero en sugerir que algo, muy poco,
escapa de allí). Stephen escribió muchos libros, pero el que lo hizo famoso fue
“Breve Historia del Tiempo” y lo encontrarás
en la biblioteca de Chabás.
En toda charla, preguntan: ¿se puede
viajar a través de un agujero negro? Ocurre que los documentales de TV llenan
su espacio con historias desaforadas, estrellas cataclísmicas y agujeros de
gusano por los que se viaja al pasado, donde uno se encuentra consigo, joven…
La ciencia ficción es la más popular
de las ciencias, pero, ay, no es tal. Cuando contesto que no podríamos viajar a
través de un hoyo negro, puesto que allí no existe la materia tal como la
conocemos y el tiempo se detiene, los rostros se opacan, no es lo que esperan o
quieren oír.
En verdad, alguna vez, todos anhelamos
volver atrás, reparar un mal hecho, recuperar a alguien perdido. Si viajara al
pasado y me encontrara conmigo, me diría: Sergio, serás feliz, serás padre, maestro
y al fin abuelo, así que ¡vive contento! Vos, ¿qué te dirías?
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