Se viene la primavera con todo su maravilloso
despliegue. Días menos fríos, variedad de colores y aromas que nos ofrece la
naturaleza, los festejos del día del estudiante concentrando adolescentes en
espacios verdes, la gente despuntando un caminar menos apurado y la oscuridad
apagando más tarde la claridad de la jornada.
Un mes plagado de efemérides, siendo la más
popularmente conocida aquella que toma la fecha de fallecimiento de Domingo
Faustino Sarmiento para enclavarse en el calendario, con la celebración del Día
del Maestro el 11 de septiembre. Aunque menos resaltado se encuentra luego (el
17) el Día del Profesor, conmemorando en este caso la muerte de José Manuel
Estrada. Tomamos ello como excusa para ubicar en el centro de este periódico, a
la educación. Y hablamos de excusa porque en realidad el tema es de tal
importancia que atraviesa cualquier problemática que a usted se le pueda
ocurrir en este instante.
Pública, privada, religiosa, laica, ortodoxa,
libre o experimental, la enseñanza escolar para cumplir su razón de ser,
necesita de alguien que como contrapartida, quiera aprender. Y este fenómeno de
enseñanza – aprendizaje requiere que tanto las partes comprometidas como
aquellas que acompañan, esto es, las familias, consideren al conocimiento como un
pilar fundamental para poder desarrollar nuestra vida con mayor intensidad,
calidad y belleza; ejercitando nuestra comprensión, afinando nuestra
sensibilidad, dándonos las herramientas necesarias para construir cada uno a su
forma, la pirámide de valores que guíe su existencia. Pero no hay que olvidar
que el primer y principal ámbito educativo del niño/adolescente, es su hogar.
Los contenidos allí aprendidos, no se olvidan jamás. Y más aún que los
contenidos, lo que impacta indeleblemente es la fuerza de la ejemplaridad. La
responsabilidad de todos los mayores, docentes o no, es entonces enorme. La
oportunidad, también lo es.
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