CARNAVALIZAR LA LETRA
JORGE
AMADO
Por Julieta Nardone
El universo literario en más de una
oportunidad se nos revela rodeado de un aura solemne que no logramos penetrar
porque sus destellos tienen los efectos de un corsé que asfixia o porque los
encajes de palabras almidonadas nos invitan a vaya uno a saber qué liturgia
oscura y alejada de nuestro entendimiento y canales comunicativos. Jorge Amado (1912-2001)
propone otro camino: su estilo seduce con los cinco sentidos (y despierta al
sexto, también). La apuesta sensorial del paisaje, la humanidad variopinta, el
lubricante del humor y la ironía en los conflictos sociales, el marcado realismo
-aunque no por eso menos poético- se abren como un abanico de imágenes, texturas,
sabores, ritmos, perfumes… Navegar a lo largo y a lo ancho de este vasto océano
textual se vuelve toda una aventura y un desafío. Aventura, debido a las
sustanciosas historias que se cuentan; y desafío, tal vez a causa de la difusa y
fluctuante línea que separa al simple melodrama (con sus estereotipos y
condimentos típicos) de la densidad selvática de lo real.
La aparición de Teresa Batista cansada de guerra, traducido al español por Losada
al año siguiente de su publicación en 1972, hizo resonar tal aplauso popular
que superó incluso las expectativas sembradas por la gran aceptación de sus
libros anteriores. La trama es narrada por sujetos distintos que buscan
recobrar la memoria del pueblo a través de la silueta femenina de Teresa, personaje central de la novela y
pieza fundamental del rompecabezas cultural del nordeste brasileño. Como una
partitura polifónica, las diferentes visiones, rumores y anécdotas van
componiendo a la aguerrida mestiza en este escenario rico en tradiciones y
sagas cotidianas. Así, sus andanzas están en boca de todos, por ser una “mujer de
la vida”, rebelde, vigorosa, dulce, que a la espera de la compensación de una existencia
tolerable, lucha por salir de la miseria y el sometimiento como esclava,
amante, prostituta, estrella del cabaret “París alegre”... Víctima de la
prepotencia machista, aunque lo suficientemente vital para entregarse al amor y
para implicarse en asuntos colectivos:
“La
alegría no prende, es planta exótica, de cría difícil… La desgracia es planta
resistente, se mantiene sin requerir cuidados, crece sola, se vuelve frondosa,
se la encuentra en todos los caminos. En donde andan los pobres, compadre, la
desgracia se da en abundancia, no ve otra planta... Para Teresa fue difícil
aprender a llorar porque había nacido para reír y vivir alegremente. No
quisieron dejarla, pero ella se emperró, cabeza dura…”
Otro tanto ocurre con la tropa de vagabundos,
marineros, campesinos, estafadores, que irrumpen del bajo fondo y se zarandean en
el terreno movedizo de la desventura trágica y el gesto -entre pintoresco y obstinado-
de ser alguien en los márgenes de la oportunidad. Cada uno de ellos irradia su
propia luz en la épica de lo cotidiano.
Es así como este gran escritor –de
quien el 10 de agosto se conmemora el centenario de su nacimiento- aún conquista
lectores diversos a través de la resignificación que ha logrado de la
literatura culta uniéndola al cordón regenerativo de lo popular. El resultado,
una propuesta estética original en colores reales que instala el vigor de la
utopía contra el despotismo y la dominación, contra la desesperanza y la
renuncia. Sus propias palabras, en cierto modo, dan una idea más acertada de
esta impronta: “Mi creación
novelesca deriva de la intimidad, de la complicidad con el pueblo. Aprendí del
pueblo y de la vida. Soy un escritor, no un literato”.
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