EL JÚBILO DE LAS JUBILADAS
“CAE
LA NOCHE TROPICAL”
Por
Julieta Nardone
julinardone@hotmail.com
Cae
la noche tropical es la última novela del argentino Manuel Puig (1932-1990),
aunque no su última palabra. A poco más de dos décadas de su publicación (Seix
Barral, 1988) todavía tiene mucho para decirnos, pues, al igual que en los
demás escritos, tras la máscara inocente de los clisés sensibleros y las
banalidades de cierta clase media, el autor carga sus tintas para echar luz
sobre la doble moral y el machismo, el sexo y la corrosión del tiempo, la
soledad y la muerte, el destino y el riesgo de la decisión personal.
La historia gira alrededor de dos
hermanas octogenarias que comparten largas temporadas en el departamento de una
de ellas, instalada hace tiempo en Río de Janeiro. Espectadoras de la vida,
viudas, y un poco preocupadas por el lugar a ocupar en el seno familiar de sus
hijos, transcurren la mayor parte del día conversando y haciendo conjeturas
sobre los infortunios amorosos de una vecina de mediana edad (psicóloga
argentina que también reside en Río) y en torno a las desventuras de un humilde
portero de edificio. Sin embargo, ese “teleteatro a medida” que se van
relatando las hermanas, sirve como punto de viraje para armar, desarmar y
rearmar –y vale decir que, en esa última operación, las piezas ya no van a
volver a encastrar como antes- el modelo familiar en el que se sostuvieron,
justificaron, sobrevivieron, a lo largo de sus vidas.
Plan de independencia femenina (tarde
pero seguro), revolución doméstica y buena dosis de humor e ironía que nunca llega
a un sarcasmo dilapidador. La razón de esto último probablemente resida en que
esos condimentos aparecen diluidos con gran sutileza en una estética de lo
simple.
Entre tantos otros, sobresalen dos
elementos muy propios del estilo puigniano. En primer lugar, la narración
conversacional que vuelve bastante sueltos a los personajes. De forma tal que puede
decirse que ellos andan a través de sus palabras, son por ellos mismos, sin
mediación de narrador alguno; y además, la incorporación de otros géneros
discursivos (noticias, cartas, películas, informes, etc.) en el interior mismo
de la trama novelesca; gesto que se orienta, quizás, a una deformación singular
de lo cursi, del sentimentalismo y las pasiones exageradas… Particularidades
que hacen de este libro una maquinaria entretenida a la vez que profundamente
inquietante y crítica. Por esta vía, además, el autor aprovecha la oportunidad
de poner en contraste aquel mundo de ardores, aventuras y sentimientos
desmesurados provenientes de los patrones que instala la cultura mediática frente
al inmovilismo propio de la vida cotidiana, la naturalización de determinadas
maneras de interrelacionarse y mirar el mundo, como mecanismos preventivos de
altos riesgos o como anestesia del vitalismo y la auténtica pasión. Y es ese
hiato, quizás, desde el que emerge la sensación de heroica soledad que debe
asumir el hombre frente a los paraísos artificiales creados por la sociedad
misma.
Más allá de todo y
para no quedar entrampados en un círculo asfixiante, podríamos afirmar que hay
final compensatorio… Un último gesto que es un chiste o una sana locura; una
especie de advertencia que evoca a la idea de aquel otro loco lindo, Artaud: “La razón de ser todavía no ha sido encontrada”.
Estas palabras de aplomo y de guerra en muchas ocasiones son mejor comprendidas
(o hechas carne) por las personas mayores, y como manera de homenajear a los
jubilados en su día (20 de septiembre), dedicamos esta lectura a la salud de sus
experiencias.
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