MI PRIMER CASAMIENTO GAY
Por Ana
Guerberof
ana.guerberof@gmail.com
Desde
España
Ya les conté
en una ocasión (nuestros encuentros empiezan a tener historia) que acá pareciera
que llegado agosto se cierra el país, ese equivalente al enero argentino. Pues
bien, parece que el asueto también afecta a la crisis económica: se va de veraneo
para, tras el descanso, volver con más energía. No nos engañemos, septiembre
será un viento huracanado tras la calma “tensa” vacacional. Mientras tanto, pasemos
estos ratos estivales entretenidos con otros temas más lúdicos.
El pasado 12
de agosto, mis amigos Gerard y Ramón, residentes en Nueva Jersey, contrajeron
matrimonio en Begues, Barcelona. Aunque el matrimonio entre el mismo sexo o
igualitario es legal en España desde 2005, este era mi primer casamiento gay. Como
en toda primera vez, estaba bastante ilusionada. Creí que Barcelona se había
vestido de fiesta para recibir a mis amigos por la animación reinante en bares
y terrazas en los días previos. Admiré a muchos hombres “guapos”, como dicen acá,
para luego descubrir que se trataba del Circuit
Festival, un evento gay y lésbico internacional que este año se celebró acá.
Feliz coincidencia. Al casamiento, celebrado en un jardín privado de las
afueras, asistimos unas treinta personas de puntos diversos del globo: Granada,
Barcelona, Amberes, Nueva Jersey, Buenos Aires, París, Sevilla… éramos amigos
de la infancia, de la universidad, del trabajo, amigos de amigos. El tamaño
reducido e íntimo propició que aquellos que no nos conocíamos, lo hiciéramos; que
aquellos que nos conocíamos poco, ahondáramos en la amistad y que aquellos que
nos conocíamos desde hace tiempo, volviéramos a encontrarnos. La ceremonia civil
bilingüe, con interpretación simultánea al inglés de mi amigo Joaquín, fue
emocionante para Gerard y Ramón, tanto que más de uno acabamos con un nudo en
la garganta o echando una lagrimita. Yo pensaba mientras plasmaba tan magno
evento con mi cámara que, aparte de los nervios propios del momento, Gerard y
Ramón sentirían la emoción de vivir algo antes impensable e irrealizable. De
niños o adolescentes, nunca habrían creído posible que un día, cuando se
enamoraran, se casarían con el hombre elegido. Algo que, por otro lado, se
presenta a las mujeres como condición sine qua non. ¡Qué mal repartido está el
mundo! Lo mismo que a las mujeres se les da matrimonio “tradicional” hasta en
la sopa como una de las pocas formas de ser validadas en la sociedad, a otros se
les niega para que ocurra justo lo contrario, ser invalidados. Contradicciones
de la sociedad patriarcal. Aunque en Argentina y en España el matrimonio entre
personas del mismo sexo es legal (algo tan solo posible en 11 países del mundo),
en otros no sólo es ilegal sino que la homosexualidad se castiga con la pena
capital: Arabia Saudí, EAU, Irán, Mauritania o Yemen. Crucemos los dedos para
que acá, al menos, siga siendo así porque el gobierno no deja títere con cabeza.
Claro, decidió mantener a su electorado ultra conservador, bastante enojado con
la gestión de la crisis, contentito revisando la ley del aborto. A veces parece
que viajamos en la máquina del tiempo y vivimos en los años 50. Les dejo
algunas cifras para poner estos temas en perspectiva: en 2010, se celebraron 170.440
matrimonios, de los cuales 3.193 fueron entre personas del mismo sexo, por otro
lado 113.031 mujeres abortaron (datos del INE[1]).
Pero volvamos
a la fiesta, una amiga me preguntaba al día siguiente ¿te pareció todo muy extraño?
Mi respuesta le sorprendió (que conste que fue del todo espontánea): me había
parecido todo mucho más normal que en las otras, las tradicionales. En esta
ocasión, fue una fiesta entre amigos muy unidos, sin convidados obligados ni ritos
anticuados, ni costumbres encorsetadas. Como colofón de la noche: música
ochentera. Gerard y yo nos marcamos un I’ve
had the time of my life que pensamos instaurar como celebración de
aniversario hasta que la artrosis nos lo impida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario